Basilisa, mon amour:
Qué te pasa, Basilisa. En qué remoto lugar te estás descojonando de este que te quiere. No contestas a mis cartas. Dame el hachazo definitivo, ya que te complaces en dejarme morir de inanición amatoria. Ese jaque mate que uno anhela. No des la callada por respuesta. Sólo sabiendo que nunca te tendré, podré sacudirme esta desesperación de alguna forma. Por qué te complaces en torturarme, Basilisa. Parece que operas conmigo un guión escrito por Sade. O es que no te llegan mis cartas. Quiero pensar en ello, pues de lo contrario, me resultaría difícil amarte y odiarte al mismo tiempo. No quiero tampoco pensar que te haya podido ocurrir algo malo. En la posibilidad de que te la hayas metido con el coche. O en el peor de los casos, que te la hayan metido en el coche. No sé qué me dolería más, te lo aseguro. Quizá lo segundo. Después de estas palabras ya sé que es difícil sostener lo nuestro, pero la sinceridad es un prius que ha regido siempre mi vida. Aquí alegrándome de tu desdicha, anteponiéndola a mi honor. Ya sabrás qué clase de gusano soy. Pero un gusano que te quiere. Como dijo el poeta “de los polvos vienen los amores”. No, no fue así. Pero algo parecido. Ah, ya: polvo seré, pero polvo enamorado.
Machaca este gusano, te lo suplico. No me dejes vivir este desconcierto. Hazme polvo o insúflame la vida, pues como dijo el poeta, aun inane, seguiré siendo un gusano, pero enamorado.
Tuyo que te quiere, Ausencio.
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