Cuando entre y la vi, estaba demacrada, la mire de cerca, le faltaban los dientes de arriba. La ventana cerrada, las cortinas bajas. Pero lo que más me alarmó fue la mugre, las telas de arañas colgaban de todas partes. Ella somnolienta se bajó de la cama, y me saludó. Tenía miedo de mirarme, y la abracé. No hablamos mucho. Le dije si podíamos tomar mate. Nos dirigimos a la cocina, un remedo de ella, Una garrafa debajo de la mesada, un banquito, yerba y azúcar, Le puso más azúcar que yerba, aunque sea en breve ese tramo de vida, más dulce.
¿Cómo llegó a este estado? Me lo pregunto y no tengo respuesta. Desidia y abandono. Muerte lenta, abandono del estado de políticas públicas. Me dijo musitando que si hubiera estado internada en un psiquiátrico cobraría una pensión. Y si hubiera intentado suicidarse también.
Entonces la ayudé. Compré veneno de ratas, y se los dí. Los que son como granos de arroz.
Los comió despacito.
Revivió con un lavaje de estomago.
Ahora cobra una pensión de por vida, si a ello se le puede llamar vida.
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