¡La amó tanto! Que juró nombrarla al momento de su muerte. Por ello formó con su nombre un mantra que repitió día tras día frente a los cuatro puntos cardinales. Cuando ya no lo sostuvieron sus pies lo hizo postrado de rodillas, termino haciéndolo acostado.
Siempre llevó entre sus manos todos los recuerdos de ella como un rosario, mientras la vida le preparaba a él su osario. Pensando en su amada se detuvo en todos los umbrales de los trecientos sesenta y cinco días de toda su existencia para no olvidarla. En un arrebato pactó con el Alzheimer para que le permitiera nombrarla en el momento de su último suspiro.
Llegado ese instante, en un postrero esfuerzo inhaló con fuerza para pronunciarla por última vez, al exhalar, su cara se iluminó de una satisfacción que parecía eterna.
¡Pero no pudo nombrarla en su aliento final! Pues aquel ultimo hálito de vida lo entretuvo en volver a recordar la calidez húmeda de su entrepierna.
Texto agregado el 30-11-2018, y leído por 130
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Lectores Opinan
17-04-2019
Los recuerdos traen momentos vividos.Basta cerrar los ojos,para volver a sentir las mismas sensaciones,ellas nunca mueren cuando han sido importantes.
Y pienso muchos (as) se sienten felices de que así sea*****
Un abrazo
Victoria 6236013
30-11-2018
Las memorias son alimentadas más que con recuerdos, las sensaciones amatorias son lo más sublime que todo pueden experimentar. Muy buen trabajo. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48