La feria.
Lejos del mundanal ruido de la noche Puntaesteña, Mariela miraba casi sin ver la gente que caminaba de una punta a otra de la feria artesanal en la calle Gorlero.
Era una noche especial para ella, estaba triste y hubiera querido no estar justamente en ese lugar pero su amiga y compañera Cristina quería conocer Punta del Este y quería que la acompañara, no era lo mismo que viajar sola.
Mariela conocía muy bien el balneario y quizá por eso mismo no quería ir pero tampoco podía dejar sola a su amiga que había viajado desde Tacuarembó donde vivía desde hacía algunos años para visitarla.
Mientras Cristina, que había conocido a Alex en el ómnibus que la trajera desde Tacuarembó a Montevideo, recorría la feria junto a su nuevo amigo, Mariela se había sentado en una silla en un pequeño bar para tomar algo y comer unas pizzas mientras esperaba a su amiga.
La tristeza se le notaba en el rostro, dos días antes había cortado una relación de dos años con Renzo, un alegre muchacho que se tomaba la vida en “solfa” sin hacer nada ni preocuparse por el futuro, su familia ya se encargaría de encontrarle alguna ocupación sin necesidad de estudiar o trabajar, para eso eran lo suficientemente ricos con sus cadenas de farmacias que les daba más que suficiente para vivir y almacenar en el banco para épocas no tan buenas.
Mariela veía pasar a la gente he imaginaba a cada una de las personas, ¿Cómo serían en realidad, qué harían, quiénes eran?
La muchacha tenía mucha imaginación y por el momento nada mejor que hacer.
Vio pasar a una familia compuesta por padre, madre y dos hermosos niños, los estuvo observando y se dijo que no eran en realidad la hermosa familia que pretendían ser, el hombre no sonreía, la mujer apenas lo miraba y los niños… ellos sí eran lo que aparentaban, dos niños encantados de estar donde estaban, comiendo unos ricos helados y disfrutando de un hermoso y cálido lugar.
Pensó que aquél matrimonio tenía dificultades, aún no podía saber si eran económicas o amorosas y por fin lo supo, algo más alejada caminaba una hermosa joven, despreocupada, comprando bijouteri costosa sin ocuparse de mirar a nadie aunque al pasar pudo observar la mirada penetrante del padre de familia y la encantadora sonrisa de la muchacha hacia él y la furia contenida en el rostro de la madre de los niños.
Así supo Mariela la razón de la infelicidad del matrimonio a pesar de tener todo lo que una familia desearía.
Dejó de lado a aquellas personas para observar a un hombre alto de aspecto gauchesco y bellos ojos verdes que, mate en mano, paseaba observando los escaparates de diversos artículos tales como ponchos, mates y termos y hasta boleadoras he imaginó al hombre en pleno campo arreando caballos, vacas o quizá ovejas.
Dejó de lado al “gaucho” para detenerse en otro hombre, delgado de aspecto casi enfermizo que sin darse cuenta ella, la estaba observando a ella y sus miradas se cruzaron por un instante hasta que dicho hombre dio vuelta la cara para buscar un puesto donde vendieran alfajores y eso lo supo porque de inmediato encontró lo que buscaba y compró dos alfajores de las sierras de Minas que vendía una linda chica, alegre y muy divertida.
Mariela se sonrojó por un momento al sentirse observada por el hombre que mirándolo bien no era ni feo ni desagradable, por el contrario, la muchacha pensaba que lo que tenía era hambre pero que los precios desorbitantes le impedían comprar algo de comer a no ser los ricos alfajores que no estaban tan caros.
Sin darse cuenta lo volvió a ver pero esta vez el hombre estaba junto a ella.
El extraño hombre no sabía qué hacer pero se acercó a ella y entabló una conversación preguntándole si sabía a qué hora salía el último ómnibus hacia Montevideo, a lo que Mariela sintiendo lástima por él le dijo que aún faltaba un par de horas y que si lo deseaba se sentara y comiera alguna porción de pizza ya que ella no podría terminarla.
Mario que así se llamaba el hombre se sentó junto a la chica y agradeció la pizza, llevaba sin comer varias horas por haber perdido el ómnibus y la verdad era que los precios no estaban de acuerdo con lo que podía gastar en un almuerzo.
Charlaron como lo que eran, dos jóvenes que el destino los había puesto uno junto al otro con algún propósito que desconocían.
Mariela supo que el muchacho era pintor, que vivía en Montevideo y que una señora le había pedido que le hiciera un retrato, que era su especialidad pero que al llegar al apartamento donde vivía dicha mujer, la misma había fallecido y él se había quedado sin poder hacer el retrato ni cobrar y debía volver a la capital lo antes posible.
Mariela pensó que podía contarle a Mario sus penas ya que quizá nunca lo volvería a ver.
Mientras Mariela contaba sus desventuras, Mario que había sacado una hoja de su block la dibujaba sin que ella se diera cuenta.
Y así entre charla y pizza se fueron las dos horas, Mario le dejó como pago el bello retrato que había hecho por debajo de la mesa a Mariela y dándole las gracias se fue hacia la parada del ómnibus.
Tan absorta estaba Mariela en el retrato que no vio a las personas que estaban en la parada y que subieron al ómnibus.
Esa noche en el hotel junto a su amiga se contaban los acontecimientos del día ya que lo habían pasado separadas pero al estar en el comedor no tuvieron más remedio que ver el noticiero y en él se destacaba algo que llenó de terror a la muchacha, un ómnibus repleto de gente que viajaba hacia Montevideo había chocado con un auto que iba en la misma dirección pero que al hacer una maniobra el conductor perdió el dominio del volante incrustándose de frente con el ómnibus matando al volcar a muchos pasajero.
El canal mostraba las fotografías de las personas fallecidas y Mariela se sintió desfallecer, la familia del auto era la misma a la cuál ella había estado observando en la feria, el “gaucho” y el muchacho que la había dibujado eran algunos de los muertos.
Y también pudo ver la fotografía de la alegre muchacha de la discordia, todos ellos estaban muertos, no lo podía creer.
El destino los había juntado para llevárselos y lo que no entendía Mariela era el motivo que ella misma había tenido para observarlos tan detenidamente y eso lo supo unos días después.
Al llegar a Montevideo, encontró una carta en el buzón de su apartamento, era de un periodista, que le pedía una entrevista.
Mariela lo llamó y se reunieron en un bar del centro para enterarse del motivo que dicho periodista había tenido para escribirle.
El hombre dijo llamarse Osvaldo y que trabajaba para el diario El País de Uruguay y le explicó a Mariela el porqué de su interés por ella.
___Verá usted señorita Mariela, el día del accidente me encontraba sentado una mesa separada de la suya y sin que usted me viera la estaba observando, pensaba entrevistarla para hacerle un reportaje ya que me intrigó su belleza, su tristeza y su soledad y como usted sabe la belleza siempre es noticia en Punta del Este pero la vi tan absorta mirando a distintas personas, su rostro era, para mí, un libro abierto, vi cuando observaba a todas aquellas personas y en cada mirada suya vi cómo las catalogaba y eso me fascinó, luego vi al joven pintor sentarse junto a usted y mientras tanto más me sentía atraído por su personalidad y al llegar a Montevideo, ayer, supe que tenía que entrevistarla costara lo que costara, no crea que soy un atrevido, es mi oficio el que me lleva a hacer lo que hago y pidiéndole perdón de antemano quisiera que me contara qué opinión le merecían las distintas personas que murieron trágicamente y a las cuales usted observaba tan atentamente.
Mariela supo enseguida que quería hablar con ese hombre, que al igual que ella, era un observador de las personas y allí comenzó algo que ahora que han pasado tantos años jamás imaginó, su vida había cambiado, ya no tenía tristeza en su mirada, sus hijos se parecían mucho a Osvaldo, ella era feliz y la vida les sonreía, lo que nunca volvió a hacer fue observar a las personas, la experiencia que tuvo en su juventud quedó grabada en su memoria y jamás la pudo olvidar. Lo único que sabía era que quizá ese era su destino, que así debía conocer a su futuro esposo y dejando sus recuerdos atrás, cerró los ojos para disfrutar de un merecido descanso, mañana sería un nuevo día y ¿Quién sabe qué le deparaba el destino?
Omenia 29/11/2018
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