¡Ah! Maldita somnolencia,
maldita e imperativa necesidad.
¡Ah! sí, que la estructura
de mi poesía se destruya
por completo y se invente
nuevamente.
¡Sí! que condenados sean los orgullosos, a morder sus codos eternamente.
¡OH! Dulce-quimera. Que mi locura y la cordura sean el choque secreto de la conciencia, que estro arda desde adentro en todo su esplendor hasta dejar solo un armazón sin proezas. ¡Ah! Dulce-quimera, dulce-quimera.
¡Apareció con el amanecer, la blanca duda! Con mucho tacto, en susurros silenciosos.
Texto agregado el 25-11-2018, y leído por 72
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