Después de una merecida propina al joven camarero, el viejo profesor universitario se acercó a la terraza de su confortable habitación, admiró el famoso Paseo de la Reforma de la ciudad de México, el clima permitía abrir las cortinas, el refrescante aire aclaró sus ideas .
Se dispuso a descansar un poco, dos horas después bajó al bar del hotel, , el lugar era inmenso, una capa de humo la invadía, unos huéspedes ya algo bebidos, hablaban del gobierno que está por tomar posesión en diciembre: “tendrá que poner en orden a los diputados y senadores para que aprueben sus iniciativas y no perder el mango del sartén”.
En la mesa contigua hablaban de los migrantes que están atravesando el país y que pretenden llegar a los Estados Unidos. Y en una más, que eran los más animados decían: “El viejo “Tuca” Ferretti es buen entrenador pero la selección necesita de un hombre fogueado en otras latitudes, debería de entender que los viejos búfalos mueren envistiendo”.
El joven cantinero que siempre estaba atento a todo, también los escuchaba y sonreía discretamente, se acercó al profesor quien había encontrado un lugar en la barra y le dijo en tono sarcástico: “siempre es lo mismo toodos los días, aquí se reúnen los mejores hombres políticos, industriales y estrategas deportivos, que vienen a cambiar el mundo, gritan, discuten, se ofenden, festejan, se palmean y más tarde, los más conscientes al final activan sus celulares pidiendo un Uber y se van tambaleando, pero contentos”.
El profesor sonrió. Coincidía con el servicial, atento y eficiente cantinero.