Misterios
Durante toda su vida agotó bibliotecas buscando el conocimiento que le permitiera llegar al misterio de los misterios, desvelar el velo, conocer lo más íntimo del ser humano y las claves del universo. Estudió antropología, religiones, medicina, se hizo adepto de sectas, acudió al desierto y la montaña en busca de inspiración e iluminación. Buscó la soledad, amasó grandes conocimientos, pero jamás logró romper las innumerables dicotomías o paradojas que sólo se recomponían con actos de fe, de las cuales, sin embargo, nunca fue devoto. Sin embargo, ahora todo era diferente. En este momento, lograba traspasar lo que consideraba real y sumirse en una especie de ensoñación mística que sólo había conocido a través de sus lecturas. Lo más notable, era que todo cuanto existía se reducía a un concepto, que lenta y dificultosamente comenzaba a tomar forma; se mostraba en fugaces imágenes, para luego aparecer recompuesta. Si bien era una sola, parecía que cada una de sus costados eran totalmente diferentes entre sí. Era un punto, pero era a la vez una recta y un triángulo. Finalmente lo pudo ver en su totalidad y era absolutamente incapaz de describirlo con los conocimientos que poseía. Intentó trazar en su cuaderno lo que veía, pero al igual que un niño es incapaz de dar cuenta de la forma que ven sus ojos, no le era posible dibujar lo que sus ojos veían, lo que sus oídos oían y lo que sus sentidos sentían. Finalmente, luego de mucho intentar, obtuvo la visión definitiva, comprendió lo incomprensible y fue capaz de remodelar la realidad con sólo manipular la figura, que a la vez eran muchas figuras. Se hizo diestro en su uso y en medio de gran júbilo recuperó cosas perdidas y olvidadas. Supo que a su edad, tenía un conocimiento inmenso que lo haría grande entre los grandes, un privilegio que sólo algunos habían alcanzado. Anotaba todo lo que veía rápidamente para no olvidarlo una vez que pasara la visión.
Su cuerpo decrépito fue encontrado sobre su escritorio. En el papel había sólo formas difusas e incoherentes