La niña había nacido en otro sitio, pero fue traída a habitar con sus hermanos, todos de diferentes edades. No habían conocido a su madre, porque se había ido hace tiempo, dejándolos en ese paraíso terrenal. Ella tenía la piel de otro color, era sonrosada, le faltaba algo entre las piernas, que ellos creyeron que alguien se lo habría cortado.
La niña creció entre ellos, convirtiéndose en uno más del clan, sabiéndose diferente.
Le enseñaron a cazar, a pescar, y a remar.
Salían los hermanos mas la niña a orillas de los ríos, los bosques y los arboles de donde pendían los frutos más exóticos, que comían sin siquiera pelarlos.
La naturaleza era prodiga.
Unos cazadores se acercaron, notaron la exuberancia y los frutos del lugar, y también a la niña, la que les pareció una presa a codiciar, sabiendo que necesitaban a ese ejemplar para reproducirse. Sin más preámbulo, se la llevaron ante la mirada incrédula de sus hermanos.
Ellos continuaron con su vida cotidiana.
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