Cuando pequeño acostumbraba a esperarlo puntualmente a las tres de la tarde; solía protegerme del sol bajo las sombras de los edificios de Villa Puchuldiza. Recuerdo con cariño retener en mis manos aquellas monedas que usualmente eran la recompensa por hacer los mandados de mi vecina.
Aguardaba por "El pan de leche luna"; comerciante ambulante que formaba parte del Iquique de antaño; un querido personaje que recorría la ciudad al son de un incansable vozarrón, con el cual pregonaba sus productos, la mayoría compuestos por exquisitos panes de leche y lunas de dulce de manjar.
Siempre pasaba a esa hora, acompañado por un canasto, un delantal blanco e inalterables sonrisas.
Texto agregado el 19-11-2018, y leído por 248
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