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AMOR INTERRUMPIDO

Amor interrumpido es una obra de género romántico sobre una familia conservadora, donde un amor juvenil es interrumpido por un padre autoritario.

Y así termina el prefacio y la autora se adentra en su obra para dar vida, rasgos y emociones a sus personajes.

Helen había dejado la ciudad atrás para visitar la hacienda de sus padres como usualmente solía hacerlo en cada vacación, para ella la hacienda tenía una especial magia para vivir y disfrutar junto a la naturaleza en unas cuantas hectáreas.
Cuando llegó estaba algo exhausta, saludo a sus padres quienes la esperaban con ansias cada vez que venía a visitarlos, para ellos ella era su alegría y el canto que le alegraba el alma.

Después de saludarse, Helen reposó sus labios sobre la frente de ellos y subió a su habitación, cuando entró fue sorprendida por su Nana que la esperaba tímidamente con una cajita de música, para abrazarla y mimarla como cuando ella era niña, Helen la miró y le dijo: Nana eres especial, no tengo palabras para expresar mi cariño por ti. Se despidieron con un hasta mañana y los ojos de la Nana se nublaron de la emoción y sintió nostalgia de ver a su niña que ya había crecido.

Al siguiente día, Helen se despertó con la aurora, la blanca neblina se elevó como cortina, para dar paso a la resplandeciente mañana; para Helen el día había amanecido con un pronóstico de tiempo perfecto como para cabalgar, se puso su traje de montar y montó su caballo relámpago que la llevaba a toda velocidad recorriendo la hacienda donde las flores silvestres dejaban tras de sí aromas desconocidas.

Horas después llegó a la caballeriza, donde un mozo la esperaba para ayudarla a desmontar y desensillar el caballo donde había varios caballos de paso. Ese día Helen estaba feliz; mandó a preparar una cena especial, su amigo de infancia vendría a cenar con ella.
A las siete en punto de la noche llegó Cristian, un mozo lo condujo al comedor donde lo esperaba Helen con sus padres; Cristian saludó cortésmente a los padres de ésta, y cruzando su mirada con la de ella se le acercó y sus labios reposaron en sus mejillas junto a un apretón de mano; ella se ruborizó, siempre le pasaba lo mismo cuando estaba junto a él.

El comedor estaba ubicado frente a un ventanal donde se podía observar las crestas desnudas de las montañas y el cielo nocturno salpicado de estrellas; aquel ambiente iba perfumándose con los suspiros de las flores de los jardines que estaban alrededor de la hacienda, impregnando aquel ambiente con su aroma. La naturaleza parecía ostentar toda la hermosura de sus noches.

El padre de Helen, se sentó a la cabecera de la mesa y su madre cerca de él, Helen y Cristian se sentaron, uno al lado del otro disfrutando de ese momento sagrado.

Al terminar de cenar los padres de Helen se despidieron de Cristian y subieron discretamente a sus habitaciones, pero sin antes dejar a la Nana por si algo se les ofrecía aquellos tortolitos, que se abrazaban con la mirada, se tomaban de las manos y con su inocencia se inundaban el alma de amor.

Cuando Cristian llegó a su hacienda su padre tomó una decisión, y era que lo mandaría a London a estudiar medicina; Cristian oía perplejo la decisión que había tomado su padre, pero no podía contrariarlo, pues cuando él tomaba una decisión había que respetarla.

Se acercaban las fiestas del pueblo, y como todos los años el padre de Helen lo celebraría a lo grande; invitaría a los vecinos más cercanos de su hacienda.

El día de la fiesta Helen vestía elegantemente, resaltando su belleza natural y juvenil de una joven de dieciocho años.

Fueron llegando los invitados y Helen y su madre los iban ubicando en sus respectivas mesas, haciendo que se sintieran cómodos.

Los músicos empezaron a tocar y los versos que cantaban eran tremendamente sencillos, pero alegres, que eran llevados por el viento a distancia; también se oía el bramido de las vacas y el relinchar de los caballos. Todos disfrutaban de esa agradable velada, los
bailarines bailaban con una destreza admirable.

Cuando Cristian llegó a la fiesta saludó a Helen y le dio un beso en la mejilla y escogieron una mesa apartada para hablar, él estaba todo cohibido, pues tenía que darle una noticia a Helen que la llenaría de dolor, igualmente como se estaba sintiendo él en esos momentos; se quedó pensativo y silencioso y Helen se dio cuenta y le preguntó: ¿Te pasa algo? Él le contestó; sí, mi padre tomó la decisión de mandarme para London a estudiar medicina y ha sido un duro golpe para mí, pero te juro que nunca te olvidaré; te mandaré postales donde te contaré todo lo concerniente de esa tierra tan lejana y desconocida para mí. A Helen se le nublaron los ojos, y tímidamente le preguntó:
¿Cuándo te irás? Él le respondió: mi padre tiene todo listo para que me marche la próxima semana, seguidamente sus miradas se atrajeron y se abrazaron como que fuese la última vez que se verían.

Finalizada la fiesta, Cristian se despidió y partió a toda velocidad a su hacienda, no quería que Helen lo viera llorar. Helen subió a su habitación, iba sintiendo la lluvia detrás de sus pestañas que dejó fluir para sacar el dolor que le había causado la noticia que le diera Cristian.

Al siguiente día se levantó muy triste y les contó a sus padres la decisión que había tomado el padre de Cristian de mandarlo a estudiar a London. Sus padres la consolaron, no les gustaba ver a su única hija triste, ya que ella era la alegría de ellos y un pedacito de la prolongación de sus vidas.

Pasaron los meses y Helen no recibió ninguna postal, estaba nostálgica y tomó la decisión de entrar a un convento. Sus padres estaban afligidos, no hallaban como persuadirla, pero tuvieron que acatar la decisión de su hija.

Cuando los padres de Helen la llevaron al convento, la Madre Superiora le dijo que pondría a prueba su vocación.

Pasado el tiempo los pensamientos de Helen navegaban como un gran lago aparentemente tranquilo, pero agitado por corrientes profundas.

El convento era muy estricto y cada día había algo distinto que hacer, una vez por semana le tocaba ir al huerto para remover la tierra donde tenían una siembra de hortalizas y hiervas aromáticas para el uso del convento, otro día les tocaba visitar a los niños del orfanato que ellas habían fundado.

Mientas tanto en la hacienda del padre de Cristian, éste iba a buscar las postales que le enviaba su hijo a Helen y las guardaba.

Cada dos años a Sor Helen le daban permiso para visitar a sus padres, esos días eran de alegría para aquella hacienda, preparaban las delicias de comidas y exquisiteces de dulce que le gustaban a Sor Helen. Ella se quitaba la túnica de religiosa y se ponía su traje de montar y mandaba a ensillar su caballo. Se deleitaba cabalgando por los campos y disfrutar del aire del fresco, hasta se le podía notar un reflejo de felicidad. Su caballo corría como flotando, como que supiese hasta donde ella quería llegar, que era hasta el lindero de la otra hacienda, donde podía oír el bramido de los búfalos pertenecientes a su amado Cristian.

Mientras tanto en la hacienda de Cristian, el padre de éste estaba postrado en una cama y le dijo a su esposa que se comunicara con urgencia con su hijo, porque él se sentía sumamente mal.

La hacienda del padre de Cristian empezó a desmejorar, pues él no podía estar al frente como siempre lo había hecho.

Cuando Cristian se enteró, tomó el primer vuelo de regreso a su país.

Cuando llegó, fue directo a la habitación de su padre, él estaba dormido y su madre estaba cerca de él. Al momento de que su madre lo vio se le nublaron los ojos y se le salieron las lágrimas, y lo abrazó efusivamente. Su padre estaba moribundo, estaba sufriendo de Leucemia.

Cuando el padre de Cristian despertó y lo vio, sus ojos se le inundaron de lágrimas y le pidió que se le acercara que necesitaba pedirle perdón; Cristian le pidió que no hablase, que no tenía nada que perdonarle, que lo que él había hecho era pensar en su bien, que él había sufrido mucho sin la presencia de ellos y de Helen, pero se había graduado de médico; su padre le dijo que era verdad, pero él había jugado con su felicidad, y le mando a buscar un cofre donde tenía todas las postales que él le había enviado a Helen, él se sorprendió y le preguntó que por qué le había hecho eso, que él sabía cuánto había sufrido y le había costado marcharse por el gran amor que él sentía por Helen; y le preguntó: ¿Qué sabes de ella? Acaso se ha casado. Él le respondió: No, he mandado a investigar y me confirmaron que ella se fue a un convento pensando que tú la habías olvidado.

El padre de Cristian estaba avergonzado, de aquel soberbio y autoritario hombre no había quedado nada, la enfermedad lo había debilitado.

A los dos días de haber llegado Cristian a su casa, murió su padre. Los grandes ventanales estaban cubiertos por cortinajes negros, un gran lazo negro cubría la puerta principal junto a varias coronas que habían enviado los vecinos hacendados.

Cristian se hizo cargo de la hacienda y consolaba a su madre que estaba consumida en su dolor de haber perdido a su esposo; el también estaba adolorido y su alma estaba enlutada por haber perdido a su padre y a su único y gran amor. Se refugió en la hacienda, pero también tenía un consultorio en la Ciudad, donde pasaba consulta dos veces por semana.

Pasados algunos meses, Cristian se encontraba en su consultorio y sus servicios fueron requeridos por un convento. Cuando llegó la Madre Superior lo esperaba en el recibidor, una de las religiosas estaba sumamente delicada y ella lo conduciría a la habitación de la paciente; cuando entró quedó como paralizado y sorprendido que la paciente fuese Helen, no podía creerlo, ella estaba pálida y debilitada, tenía una fuerte pulmonía; él le tomó el pulso, pero estaba temblando de emoción y preocupación, allí frente a él estaba su amada, pero muriéndose. Mando traer unos medicamentos de emergencia, Sor Helen estaba muy delicada y no podía trasladarla a la clínica, él se quedó allí poniéndole el tratamiento, no se atrevía a moverse de allí hasta que ella abriera sus ojos.

Pasadas las horas, Sor Helen empezó a reaccionar y a tomar color en sus mejillas, cuando abrió los ojos no podía creer lo que estaba viendo, pensaba que era un sueño, y seguidamente le tomó las manos a Cristian para saber si era real lo que estaba viendo, él se las apretó suavemente, como diciéndole: sí, estoy aquí, a tu lado, para nunca más separarme de ti. La Madre Superiora entró en esos momentos y se alegró que Sor Helen hubiese reaccionado. Desde ese mismo día Cristian no dejó de visitar y revisar a su paciente y amada Sor Helen, quería que sanara pronto, necesitaba darle muchas explicaciones.

Cuando Sor Helen mejoró por completo, Cristian pidió hablar con la Madre Superiora delante de Sor Helen, y le contó todo lo que había pasado y lo que su padre había hecho; Sor Helen estaba perpleja, su corazón estaba acelerado y la Madre Superiora no tenía palabras en esos momentos, le pidió a Cristian que por favor abandonara el convento, quería hablar en privado con Sor Helen. Se encerraron en la biblioteca que era un salón muy íntimo y acogedor; allí la Madre Superiora le pidió una explicación y Sor Helen se la dio; le dijo que ella había ingresado al convento para olvidar a un amor juvenil que ella nunca había podido olvidar. La Madre Superiora la exhortó y le dijo que hiciera lo que le dictara su corazón, no podía retenerla a la fuerza en el convento, a pesar que existían normas y reglas. Sor Helen la miró y le prometió que siempre se ocuparía de visitar a los niños del orfanato y siempre los ayudaría con sus donaciones. La Madre Superiora estaba triste pero la dejaría ir.

Una mañana se presentó Sor Helen a su casa, ya no era Sor Helen, había ahorcado sus hábitos. Para sus padres fue la sorpresa más hermosa de sus vidas, estaban felices, la Nana estaba contenta que la niña, como le decía ella cariñosamente, estuviese de vuelta en casa.

Cristian vino a darle la bienvenida a Helen, se tomaron de las manos y se sentaron en los acolchados gramales de la hacienda, contemplando el manto estrellado del cielo; la resplandeciente luna como que los invitaba a que se dieran su primer y apasionado beso, que sellaron con un pacto de amor.

F I N

Novela romántica por:
Maite Katiuska Moreno
18-11-2018




Texto agregado el 18-11-2018, y leído por 114 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
18-11-2018 Muy romántica historia Maite! me encantan las que terminan bien y me había dado bronca que la joven se fuera a un convento, pero al final pudo estar con su amor. Besitos. Magda gmmagdalena
 
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