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El hombre, luego de mucho caminar, encontró un gran trozo de carne salada sobre una roca y a pesar del hambre que sentía no lo comió, sino que esperó pacientemente para ver si algo sucedía pues le pareció una obra de la Providencia.
Luego de varios días de haber esperado un acontecimiento, observó a lo lejos levantarse una gran polvareda, que lo hizo sobrecogerse.
Esperó que la presencia, se manifestara frente a él y adoptó una posición piadosa con sus palmas juntas y los ojos cerrados como implorando protección o misericordia.
Cuando la presencia estuvo cerca se sorprendió que llegase con tal barullo y más aún que lo hiciera hablando el idioma de los humanos. Ello le pareció impropio, de una divinidad, sobretodo al escuchar ciertos garabatos y palabras ofensivas relacionadas con su persona, lo que lo hizo pensar que estaba frente a entidades de dudoso actuar, frente a los cuales no le quedaría más que enfrentarlos con indiferencia o gran poder de ánimo.
"Perdone", amigo- dijo una voz- "hace varios días que viajamos por el desierto y creíamos ir en la dirección correcta, pero hemos andado en círculos, como nos hemos podido percatar. Ya hemos rescatado todos nuestros trozos de carne salada y aún nos faltan otros y seguiremos recuperando otros como este que usted tan bien ha custodiado".
El hombre, esperaba escuchar otro tipo de palabras y aquellas perturbaron la imagen que él tenía de sí mismo, pues al querer honrar a una presencia sobrenatural, le parecía que asumía una postura ridícula para los mortales. Tuvo que realizar grandes esfuerzos para que aquella posición propia de un santón no fuera considerada como tal por los recién llegados. No lo había logrado.
Uno de ellos había dicho, "Miren parece un pordiosero".
Los hombres, bien alimentados rieron de él y luego más conforme con lo escuchado simuló desfallecer para que aquellos al socorrerlo olvidaran la otra imagen y también para simular una aniquilación que diera más crédito a su condición humana.
"Creíamos que eras una aparición", dijo uno de los hombres cuando lo subieron a la carreta, mientras el hombre pensaba si aquello que estaba ante sus ojos era real, si todo no era parte de un sueño y que quizás aún estuviera hincado frente a ese pedazo de carne que no era carne, sino un reflejo mundano de algo más.
En todo caso, se sintió mejor cuando probó pan, carne y grandes vasos de vino que le escanciaban.
Al ver que estaba más repuesto, le dijeron que no lo podían acompañar más pues debían seguir buscando la salida de aquel lugar.
El hombre, no sabía que camino tomar, pero finalmente siguió el camino de los hombres que por lo demás le aseguraba comida, pues aquellos seguían con su estúpido andar en círculos dejando trozos de carne disecada. Pero se mantuvo siempre a cierta distancia lo suficiente como para no ser visto.
Sin embargo, los hombres descubrieron que se aprovechaba ilegítimamente de alimentos que ellos dejaban y optaron por ponerlo a prueba e idearon un plan.
De esta manera, una día se acercaron a él y lo dejaron junto a una buena provisión de carne, pan y vino y marcharon no sin antes indicarle que no hiciera uso de tales alimentos hasta que ellos llegaran.
El hombre, feliz por tanta preocupación demostrada hacia él y confiando ahora totalmente en los hombres, accedió a cumplir al pie de la letra las instrucciones y finalmente murió de inanición esperando órdenes de quienes nunca más pasaron por el sitio pues habían encontrado una salida.





Texto agregado el 16-11-2018, y leído por 88 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-11-2018 Muy buen relato! me atrapaste desde el principio y el final me pareció perfecto. Magda gmmagdalena
 
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