¡Amada mía!
Desde las profundidades de tus orbitas,
fluye la luz cautivadora de tus ojos,
reflejada en la energía de tu alma;
tus pasos de viento se mueven pegados
al eje de la tierra, que se desgarra
entre el crujir de las ramas, debajo
de los altos collados que se elevan
queriendo tocar un cielo ya estrellado.