Me gusta Notario, mi perro más fiel.
Notario es menos calamidad. En sus evoluciones con la tinta es más hábil que en la cotidianeidad.
Notario no sabe dibujar. Notario no sabe arreglar un enchufe. Notario no sabe pintar una casa. Notario no sabe cambiar una rueda al coche. Notario no sabe hacer unas cortinas. Notario no sabe salir con dignidad del trance de pasar la Itv: nunca atina con el botón de izar el capó del coche ni con el de las luces antinieblas. Notario no sabe nada de eso ni un sinfín de cosas más.
Eso sí, es buena conversadora( le gusta hablar y escuchar), cocina delicioso y ensarta las palabras con mediana fortuna en epitafios, greguerías , coplillas y cuentos.
En la raíz de sus habilidades lingüísticas quizá esté el hecho de lo mucho que su abuela le hablaba de pequeña. Otrosí , como era hija única y la mayor de sus primos, buscó refugio en la lectura para ahuyentar el aburrimiento.
Fue así como Notario, torpe con los pinceles, empezó a emborronar con tinta y salvó a su dueña en alguna que otra dificultad.
Y emborronando negro sobre blanco , se convirtió en mi perro más fiel y menos torpe.
Tiene siete vidas como los gatos, pese a su natural perruno, y no han sido capaces de acabar con ella los malhadados seguidores de la monoestrella.
Al fin y al cabo , Notario, algo narcisista, se da la nota. Acostumbrada a calificar, piensa, consciente de ser una aprendiz: ¿ Al menos mis letras merecerán un aprobado?
Y con eso- ella que en todo suspende- y con pasar el rato jugando con las letras se conforma.
Larga vida a Notario, pues. Y gracias a los amigos de la página, que con su cariño prolongan la vida de mi otro yo, llámese Notario, hipsipila o Pilar, que como la Trinidad, son tres en uno.
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