El arquitecto tenía una pasión oculta. Le gustaba seguir a las hormigas en su derrotero exterior. Cuantas hojitas grandes llevaba cada una, hacia donde se dirigían.
Además de hacer planes para construir casas, donde siempre predominaban los jardines, por supuesto, en el bosquejo de la casa, dibujaba sin cesar planos con jardines, que no eran para habitarse sino para llenarse de flores y de plantas. El verdor lo apasionaba y mas el pasto bahiense( de Bahia,Brasil), que es una especialidad de hojas anchas.
Cuando descubrió el surco por donde habían estado las hormigas, estaba feliz.
No sabía que su madre tenía otras intenciones.
Tenía un estudio en la zona céntrica, y un proyecto siempre a desarrollar junto con otros arquitectos de la zona. El era muy joven y sin experiencia, pero igual colaboraba con ideas extravagantes y nuevas.
Un día se dirigió a su estudio a colaborar con el proyecto en las afueras. Era de grandes dimensiones, con jardines y estatuas, y llegó a su casa tarde en la noche.
Por la mañana se despertó y levanto la cortina
Cuando vio lo que estaba ante sus ojos, exclamo con una interjección agudísima, que despertó a todo el barrio.
Su madre, en su ausencia había ejecutado el plan que tenía en mente, liquidar todos los hormigueros, a los que les puso hortal, casi sin diluir. Las hormigas yacían todas juntas en una montaña que su madre había acumulado en la mitad del jardín.
Allí, mustias, sin vida, y sin labor que hacer, mientras su madre resplandeciente y orgullosa miraba su gran hazaña, con excelsa satisfacción.
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