Desde la ventana. Monólogo.

Solía observar desde mi ventana el árbol de la plaza, la que se llenaba de gente al atardecer, niños en los juegos, enamorados buscando un rincón escondido para besarse, hombres solitarios esperando encontrar al pasar, a la mujer de sus sueños o quizá mujeres solitarias que al caer la tarde llevaban su tristeza a la hermosa plaza buscando…. ¿quién sabe qué buscaban? Quizá a un hombre, el que las sacara de su soltería, no sé, a tantas personas que llevaban a pasear a sus mascotas, mientras yo detrás de mi ventana los veía ir y venir sin poder estar alli, por temor, me costaba mucho llegar, parecía tan lejana aquella plaza, sin sentir el aroma del hermoso Jacarandá que adornaba el centro de la plaza, eso me entristecía sobremanera pero era mi destino. Dicen que el hombre propone y Dios dispone y eso es muy cierto. Recuerdo la tarde, aquella bella tarde que la vi, allí mismo, bajo el Jacarandá, la mujer más hermosa que haya visto, con aquellos ojazos pardos, su cabello ondulado y largo, parecía un ángel y su boca carmesí que parecía llamarme… La veía todas las tarde, ella me miraba y sentía su poder sobre mí, era fascinante y a la vez enloquecedor pero estaba vigilado constantemente, cuando no estaba en la cama la ventana era mi refugio. ¿Qué hubiera sido de mí si no hubiera tenido la ventana? No lo sé, quizá me hubieran internado en algún hospital pero mi madre no lo permitió, decía que en mi casa era donde debía estar, rodeado de mil cuidados que ella misma me proporcionaría. Pero, un día quise ir a la plaza y mientras mi madre estaba en el supermercado como pude salí por la ventana, qué fácil me resultó llegar, parecía flotar, apenas la vi, lo supe, abrió sus alas y vino a mi encuentro.

Omenia 10/11/2018