Hoy fue uno de esos días en que me enamoré, porque a todos les pasa que de vez en cuando se enamoran fugazmente, quiero pensar.
Iba en el autobús y venía casi lleno, la gente se amontonaba en la puerta. De pronto se sube un chico con ese corte moderno de colita arriba y a rapa abajo, usando grandes audífonos. El chófer aceleró de golpe y apenas alcanzó a agarrarse de un tubo torpemente, pues en la otra mano llevaba muy bien asegurada una empanada. Para poder pagarle al chófer se puso la empanada en la boca, eso fue tremendamente gracioso para mí. Varias veces se andaba callendo pero en ningún momento dejó de comer su pan, iba trepidante haciendo equilibrio con un solo brazo. Tenía unas manos muy bonitas, bellos dientes y figura rellena. Se puso de pie a lado mío y colocó sus audífonos, al tiempo comenzó a mover los pies como bailando, fue comiquísmo. No me di cuenta en que momento se bajó, todo por ir fantaseando sobre las muchas maneras en que podía darle mi número o alguna de mis redes sociales. Después me consolé pensando que lo más seguro es que nos encontraríamos de nuevo pues por su ropa, estaba segura que salía de su trabajo y probablemente era de mí mismo rumbo. También pensé en esas veces que te pasan esas cosas tan geniales en la vida, encuentros que se quedan dentro de uno mismo, y que aquella persona nunca sabrá lo facinante, linda y especial que fue para alguien más por un instante. La frase que se vino a mi mente fue, sí así se aferró a su empanada, qué será al amor de su vida.
¿Qué sí estoy medio loca por pensar todas esas cosas? Tal vez. ¿Que sí es imposible enamorarse así? Nadie lo sabe.
¿Empanadas? Dos por favor. |