Voy entrando al bosque de mis sueños
siento el aliento de su plenitud,
mientras lo penetro me mareo en su profundidad.
No sé aun cual es la diferencia en mi cuerpo,
mi corazón lo siento latir apresurado.
La emoción me transporta al recuerdo,
de niña solía recorrer un bosque fértil
al pie de la montaña más ondulante que pude ver.
En mi piel las sombras se adormecen
el viento perfuma mis momentos de paz,
puedo distinguir la flora, y la fauna más bella.
Mi sueño de formar parte de ese momento
es inigualable, me sentí reconocida por las hojas,
cuando un siervo dorado me miraba sin hablar.
Muchas hormigas hambrientas subían por mi remera,
para poder saborear la miel que se quedó prendida
mientras trataba de sortear obstáculos al andar,
ojos miraban, ojeaban, me sentía vigilada.
Al llegar al corazón del bosque el silencio se movía,
trepaba a mi mente, habría mis ojos atiborrado de sorpresas.
Me parecía flotar en una nube mientras cabalgaba
como escapando de la ruidosa ciudad,
el tiempo detenido entre aquellas sensaciones volaba.
Todo tan hermoso, tan placido, tan lleno de vida,
todo lo que soñé estaba en mi... vivía en mi...
Desde siempre, le fui dando ese espacio en mi memoria,
mientras me abordaba lo deje crecer, escapando,
huyendo del bullicio, de la fantasía, del sabor amargo.
Alessandrini María del Rosario
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