Objeto somos de un adagio universal, de una verdad inmaculada
e insospechada. Paso a paso nos encogemos mientras la sombra nos crece
cual ególatra.

La nostalgia se escapa por más que apretemos los puños.
Somos arrancados de nuestra ambivalente realidad, en la que solíamos contradecir o destruir estigmas. Manosear una
costumbre, escupirle al caviloso rostro de la religión, argüir razones cargadas de sofismos,
arrastrar inseguridades, patear ternuras, de nada sirvió.

Somos más cautos sí; pero toda actitud es un riesgo, es cinismo.


Todo regresa. Aunque no inmaculadamente perfecto, pero regresa. Solo queda levantar
la trajeada mirada, abofetear con una sonrisa a la muerte. Nutrirse de ese amor que de a poco
y a pesar de todo, hemos sembrado, y ya no importara.