Buen Viaje

Cuando decidió partir, sabía que no iba a volver mas. Hizo sus valijas con lo que pudo; nada ambicioso, como para pocos días. Le costó mucho despedirse de Batuque, tantos años con su compañía. Se conocían mucho y nunca se ocultaron nada. El perro supo que su partida era para siempre. Tal vez por tristeza o rencor no lo acompañó hasta la puerta; se fue al sitio junto a la ventana, en el que siempre lo esperaba.

Recorrió la casa con la mirada, arrancando de cada lugar los pocos recuerdos que podían caber en su maleta y se encaminó al aeropuerto.
Nadie lo iba a despedir y tal vez nadie lo iría a recibir.

En la inhóspita e indiferente estación aérea estaba todo dispuesto para la partida. En su mano derecha sostenía el ticket y el pasaporte y en la izquierda los bártulos que llevaría consigo.

Los gritos de unos niños alteraron su parsimonia evocando a aquellos hijos que un día se hicieron grandes y que el tiempo los alejó de su mundo.

El comandante anunció el vuelo 2435 con destino a Utopía, el lugar de ensueño que tal vez le devolviera las ganas de vivir.


Otrebla