Cuando el cuerpo se enferma, vamos al médico, tomamos medicinas, pasan unos días y mejoramos.
Incluso se dice que la voluntad de sanar es determinante para mejorar un cuerpo enfermo, una herida, una lesión física.
Sin embargo, cuando la mente se enferma...
Solo dios (si es que de verdad existe) sabe cuán terrible es cuando la mente se enferma.
No hay nada que te sane. Ni medicina, ni voluntad.
Y luego se enferma el cuerpo.
Y luego el alma.
Y todo se va a pique. Se vuelve turbio.
Y de pronto vas en el colectivo y te das cuenta que la vida es lo mismo. Se suben y bajan personas en distinto punto, a veces va lleno, otras vacío. Hay algunas personas que trascienden y otras que sólo suben y bajan. Incluso los peores dejan su paga, pese a que no faltan los que se bajan sin pagar (por los motivos que sean). Pero seguimos conduciendo. Se sube y se baja la gente, paramos a ratos, pasan días bienos y días malos, pero siempre seguimos conduciendo.
Y de pronto sentimos algo, un ruido extraño, un tambaleo. Y se nos ahoga el motor. Y tratamos de volver a dar marcha y no podemos. Nos desesperamos, porque sólo sabemos continuar el viaje.
A veces nunca pasa. Pero cuando pasa, tenemos que pisar el freno.
Tenemos que parar.
Y yo no sé parar.
Y necesito ayuda para mantenerme en panne.
Necesito un mecánico.
No hay nada malo en necesitar a otro. |