Pascal Quignard dice que “el silencio no es serenidad”. ¿Qué es entonces? ¿Qué hay en él para afirmar lo anterior?... Hay quien sugiere que el silencio puede escucharse, lo cual indicaría que en su interior existe ruido, voces, quizá cosas, entes terribles que callan o vociferan y observan a su antojo. Si el silencio no es serenidad, se podría aducir que es ¿amenazador, opresivo, agobiante, violento, acaso propiciador de la locura?... Mucha gente disfruta con el silencio y otra padece con él, juran que escuchan su voz, aunque no sepamos si el tono de la misma es suave, bondadoso, estridente o intimidatorio.
Hablar del silencio es hablar de algo tangible e intangible a la vez, en infinidad de ocasiones tenemos la percepción de que casi podemos tocarlo, así de fuerte, de material resulta su presencia. Y por supuesto que en su interior hay cosas que suenan, que hacen barullo, que zumban como moscas o abejas. ¿Podría el silencio ser musical?
Si el silencio parece un ente real, debería tener forma, peso. ¿Podría flotar o hundirse como cualquier objeto material?
¿Existe silencio en mí? ¿Puedo dar testimonio de él?... Si hablo o digo una palabra, ¿no se invalidaría dicho testimonio?
La muerte introducirá silencio en mi cuerpo, en mi mente, en todo mi ser. Entonces me quedaré mustio y completamente callado.
Quignard dice que “hay en la muerte más silencio que muerte”
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