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El grito

Permanecía tranquilamente acomodado en el gran sofá del living de mi casa, lo cual implica que estaba tirado cuan largo soy, en aquel mueble que la verdad no es tan grande; por lo demás, no los hacen así y si los hicieran de la magnitud que pienso, el que poseo no hubiera cabido en el reducido espacio del marco de mi casa, aun cuando siempre queda la duda que existan artefactos desconocidos.
De tal forma estaba, que mis piernas y uno de mis brazos quedaban colgando y mi cabeza apoyada en el sitio de sentar, porque los sofás no están hechos para dormir, salvo que falten camas o se tenga que recurrir a ellos por motivo de fuerza mayor, como bien lo sabe quien ha estado casado.
En fin, me hallaba en una posición que te permite abrirte, extenderte, estirarte, desparramar tu persona, relajarte aunque pueda que no estés realmente cómodo.
A todo esto, me falta agregar que para un niño o un hombre de talla pequeña o una mujer de estatura normal, de las de mi país quiero decir, el sofá o por lo menos el que poseo, es una estupenda alternativa.
Ahí estaba yo una mañana cuando sentí un grito, iba a decir escuchar, pero fue sentido, pues me invadió se incrustó en mi ser la fuerza de la vibración, lo que me hizo desesperar y levantarme apresuradamente no sin sentir molestias por todo el cuerpo derivado en primer lugar de la posición en que estaba y la rápida respuesta orgánica de un cuerpo que pasó repentinamente desde el reposo a la más viva acción.
Esto, me generó un bochorno espantoso que me hubiera llevado a caer si es que no me hubiera afirmado de la pared.
Todo parecía dar vueltas a mi alrededor.
Bueno hasta aquí todo era soportable, pero lo que más lamentaba era quedarme con esa sensación acústica en mí, que se transformaría en impresiones sicológicas, fisiológicas y de toda índole, que me afectarían profundamente y quedaría registrado en mi memoria, en cada célula que forma mi materialidad y porqué no, también la parte sutil, etérea, que tendría un nuevo pesar que recordar en sus últimos momentos, cuando dicen que todo se rebobina y aparece lo bueno y malo y especialmente los acontecimientos que más nos marcaron.
Y éste era ciertamente uno de ésos, intrascendente, absurdo, lo que se quiera, pero me cabía la certeza más profunda o elevada que generaba una marca, una mancha imposible de borrar.
Estaba condenado a recordar ese grito, a retrotraerme a él para el resto de mi existencia.
Habría alguna forma para quitármelo de encima o de adentro porque llegaba hasta mis células como he dicho y quiero ser consecuente con lo que escribo.
Así, no me quedó otro remedio que tratar yo mismo de generar un aullido de la misma intensidad que me permitiera liberarme de aquello que oprimía mi ser de aquella forma.
Y si no hacía algo pronto, su veneno llegaría hasta los intersticios más profundos, pequeños y recónditos, microscópicos, hasta la nada.
Salí apresuradamente al patio y mirando hacia el cielo y con la fuerza de todos mis pulmones grité.
Sí, generé vibraciones a todo lo ancho del espacio.
Pero para mi mala suerte o la de ellos, en ese mismo momento pasaba una bandada de loros tricahue, muy comunes en mi zona, que cada invierno emigran a zonas más calidas.
Se trata de animalejos de color verde que cuando emprenden el viaje, producen una mancha de varios kilómetros en el cielo.
Mi grito obviamente llegó hasta ellos.
El grito tenía tal consistencia, tal fuerza, tanta entonación, ritmo, cadencia o lo que se quiera, que algunos débiles ejemplares, cayeron como saco de papas sobre mi patio.
Los otros siguieron, pero seguramente llevaban desde ahora algo más que la urgencia por llegar a un lugar más cálido, sino que desde ahora y hasta que su último suspiro, arrastraban mi grito, destemplado, iracundo, deletéreo.

Edgar Brizuela Zuleta

Texto agregado el 27-10-2018, y leído por 103 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
28-10-2018 justo en días pasados leí sobre la huella que dejamos. Creo tienes razón, nuestro grito es arrastrado hasta mucho más allá del fin de la existencia... Un abrazo, sheisan
27-10-2018 Qué buen escrito! MujerDiosa
27-10-2018 Puedes atrapar a tu lector, y éso ya es ganancia. Una exageración final, tampoco disgusta. Te felicito. peco
 
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