Mañana iré al rastro en busca del rastro
que dejan los recuerdos,
en busca de un algo que aún hay en mí,
que el tiempo se obstina en apagar.
Realidad de una añoranza
inolvidable, fatua, deleitable,
acomodada, servil
y presumiblemente lisérgica
que solo pasa cuando la negamos,
cuando la renovamos insistentemente
con nuevas idílicas idealizaciones.
Quiero desencantar la memoria
de serenas idealizaciones
que alimentan estéril el presente,
adusta fuente de la juventud,
trivial reloj de manecillas,
manipulaciones y desengaños
que avivan atrevidamente mi forjada verdad.
Ahora lo sé:
lo que hay es lo que hay,
no es lo que habrá
y lo que habrá no es nunca
lo que hay, lo que queremos,
Lo que queríamos.
Cronos impera majestuoso,
el destino es nuestra forzada esperanza.
Obedecemos firmemente el deseo,
el anhelo de nuestro corazón indolente,
malévolo, acomodado e incierto.
Dios glorifique la indecisión,
nos permita las curvas en el camino,
las llegadas sin una proyectada meta,
perder el rastro de nuestro rastro
y dejar que los recuerdos
sean perennes guías y consejeros de nuestro camino.
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