I

El bosque tiene un secreto. Lo saben los árboles gigantescos que tienden sus brazos de verde tupido para compartirlo con el padre - sol. Lo saben los serpeantes arroyos que lo susurran en musicales notas que ya nadie comprende. Lo saben las bestias feroces pero nada dicen. Lo saben los animales pequeños, mas amedrentados callan. Las luciérnagas se dan el lujo de compartirlo a plena voz en las noches, pues su luminoso idioma, al igual que el de los arroyos, fue largamente olvidado. Lo saben las exhuberantes flores a las que no les cuesta callarlo.
¡ Sí! El bosque tiene un secreto….el bosque tiene un alma.

Un alma muy dormilona, por cierto

-¡ Despierta ya, princesa, te pasarás el día durmiendo! – vociferó enojada la reina-hada, mientras golpeaba impaciente el suelo con un diminuto pie.

La princesa abrió entonces un ojo. Luego despacio, con exasperante pereza, el otro. Un pequeño rictus de molestia se dibujó en su pequeño y bello rostro. Sonrió luego, y todo estuvo bien. Mas que bien, en realidad, poque era aquel un gran día: el cumpleaños de la princesa.

Le bastó recordarlo para abandonar la cama de un brinco y temerariamente correr al baño, tumbando cuanto objeto tuvo la mala idea de cruzarse en su camino. Con suma dedicación cepilló sus pequeños y blancos dientes y peinó luego el suave y oscuro cabello que haciendo buen uso de sus mejores galas, destellaba espléndido ese dia. Un suave toque al rebelde y adorable flequillo, antesala de los enormes ojos vivaces y ¡ lístico! ¡ a disfrutar del día !

Una pizca de blanco chocolate tomó prestada de las paredes de la casita para el desayuno, ganándose la suave reprimenda de su visitante.

-No te comas las paredes, bonita. Deseas quedarte sin casa? –

Tenía razón ciertamente, pero ¡ es que a veces se tentaba de tomar una pizca de las paredes de chocolate o de los marcos de caramelo de las ventanas y puertas ¡ era irremediablemente golosa la pequeña princesa!

Mas, eran justamente sus pequeños defectos los que la hacían adorable y todos quienes la rodeaban así lo advertían.

-Vienes ya, princesa? – inquirió algo impaciente el hada

-Ya mismo, querida amiga – respondió la princesa

Y así, del brazo de su entrañable amiga, la reina-hada, atravesó la princesa la puerta de caramelo y turrón

II

-¿Subir hasta arriba? ¿Eso es imposible ! – al pie del arco iris, aseveró la princesa

- ¿ Imposible? ¡¡¡¿¿¿ Imposible??? !!! ¡ Que odiosa palabra! ¡ Nada es imposible y menos algo tan sencillo! – respondió la reina-hada

- Tal vez para ti, amiga, que tienes tus bellas y delicadas alas. Pero yo carezco de ellas –

- ¿Estás segura de lo que dices, princesa? –

- Completamente –

- Qué mal entonces, ni siquiera te percataste de mi regalo!

Y entonces y solo entonces, sintió una pequeña corriente de aire en sus tobillos y algo azorada, advirtió la princesa que alrededor de los mismos habían brotado unas alas pequeñas, tan bellas como las de su amiga. Mas, aunque así no lo fueran, igualmente estaría encantada ¡ tenía alas en sus pies! ¡ qué maravilla !

-¿ Como las uso? Aturdida aún, le preguntó a su amiga

- Sencillamente, diles que hacer! El hada soberana, le respondió

Asi lo hizo la princesa y un instante dspués, con las traslúcidas y bellas alas en sus pies, se elevó suavemente hasta le cima del arco-iris.

¡¡¡ Ahhh!!! ¡ Que espectáculo maravilloso era el bosque visto desde tan arriba ! Al influjo del padre-sol, destellaban las esmeraldas del fondoso follaje y los aúreos brazos del mediodía se reflejaban en los serpeantes arroyos. Y allá en lo alto, los cantos de cada una de las aves se entrelazaban conformando un único himno de celestial melodía. ¡ Era maravilloso! ¡ El más bello de los regalos !
Mas la diversión apenas había comenzado. De un ágil salto aterrizó en una gruesa nube en la que ejecutó cuanta pirueta fue capaz de imaginarse. Jugó luego a los espadachines con otra nube en forma de pez espada y en una tercera, con forma de barco con las velas despelgadas, se hizo a la mar en busca de aventuras.

Y siempre a su lado, la reina de las hadas sonreía. Era total, absoluta y completamente feliz en aquel instante. Supongo yo, porque no existe mayor dicha que la de ver feliz a quien se ama.

III

-¿ Debemos volver ahora? – Haciendo un mohín, interrogó la princesa

-Ciertamente princesa, recuerda que tienes mucho amigos y todos ellos desan homenajearte –

- ¡Es verdad! ¿Cómo pude haberlo olvidado? ¡ Es imperdonable ! -

- No lo es, preciosa. Bien saben ellos que con facilidad te distraes, más aún así te adoran, ¿piensas que todos están equivocados? –

- Tal vez no, supongo-

- Supones bien, mi adorable amiga, ahora vamos –

Y entonces, sentada en la cima del arco iris, con un suave empellón se deslizó la princesa hacia abajo, en una vertiginosa carrera en la que sin embargo jamás corrió peligro, porque las alas traslúcidas de sus piesecillos la mantenían en la posición adecuada.

Mas, al llegar al pie del arco iris, fue enorme la sorpresa porque allí, alieneados unos con otros, había cientos de regalos, de todos los seres vivos del bosque. Había frutos exóticos, joyas de indescriptible belleza y todos las golosinas habidas y por haber que solo los dioses saben como fueron conseguidas. Era, más que el regalo de una princesa, el tesoro de un rey. La pequeña princesa sintió que una rebelde lágrima caía por su mejilla y luego otra, otra y otra más, sin que pudiese contenerlas.
Pero estaba bien, poque eran lágrimas de dicha.

Fue entonces cuando, se oyó una voz que así decía:

- Nos dirás cuál fue el mejor regalo, princesa? –

Que como supondrán Uds, pertenecía al astuto zorro, buscando poner en apuros a su predilecta discípula.
Largo tiempo pensó la princesa, mientras aguardaban todos expectantes. Luego se acercó hacía su amiga, la reina-hada, hablándole al oído. Finalmente, así dijo:

-El mejor regalo es el que me resta desenvolver –

Huelga decir que todos la miraron desconcertados, pues los regalos ya se habían deenvuelto. Todos, menos el zorro astuto, que esbozó una enorme sonrisa, colmada de grandes y afilados dientes.

Entonces, ¡ oh entonces !! a una seña de la reina hada, miles de delgadísimos hilos de oro puro, entretejieron una delicada red que, deslizándose desde los cielos cubrió a todos los seres vivos presentes. Emergió de allí un finísimo hilo que, contorsionandose sobre si mismo, adquirió le forma de un gran moño que, con su delicada mano, deshizo la princesa….Había desenvuelto su último y más precioso regalo.

Luego la red se convirtio en dos gruesos hilos que, trenzados ascendieron hasta los cielos y en un espectacular destello que hizo que todos los presentes tuviesen que cerrar los ojos, se deshicieron allí.
Mas, lejos de acusar molestias, el bosque en pleno sonreía feliz.

Porque había comprendido el mensaje.

Porque cuando Amor y Amistad vibrando al unísono se entremezclan, brillan con un destello infinito, capaz de eclipsar al mismísimo Padre-sol.

FIN

Aclaración: Este cuento es mi pequeño homenaje a una niña cuyo asesinato conmocionó a la ciudadanía en pleno….por un tiempo. Desde aquel horrible suceso, acaecido hace ya varios años este cuento estuvo en un rincón de mi mente. No para reflejar esa historia horrible, sino su antítesis, lo que debería ser. Los niños deberían ser amados, venerados, protegidos de todo mal, como en los cuentos de hadas. Desgraciadamente no es así en un mundo que está regido por quienes, irónicamente, nos denominamos racionales. Tal vez por eso mi pequeña princesa vive al amparo de unos seres que si matan lo hacen para alimentarse. No disfrutan del daño inflingido, no asesinan por codicia o venganza, no existen violaciones ni desviaciones sexuales ni torturas en sus comunidades “salvajes” Así pues, viendo como está el mundo valdría la pena hacer la pregunta, ¿de verdad somos seres racionales? Y si es así, ¿de qué nos sirve?