Ayer se fue, con sus matices circunstanciales, con su des- lunado olor a sexo, con su bajel de abrazos, con su ridículo y sabroso escarnio de besos.
Y ahora, ¿ahora qué? ¿Vienes a mí con sabor de ayer? ¿Te apareces con la bagatela de que nuestra condición de humanos es causa de errores? Al carajo esa hermenéutica de un pasado fallido.
¿Te contemplas acaso en mi pupila pretendiendo alcanzar lo que pudiéramos ser? ¿Esperas con tu pequeña fe que un milagro salga de mi boca? Que se hunda un cardumen de culpa en tu conciencia.
¡Como tú partida me ha dolido! negarlo sería olvidar tan gráciles manos, y el aroma de tu cabello; esa ubérrima presencia que es aquí el motivo de mi llanto.
Y aunque inerme te muestres, ¡Como tú ausencia he disfrutado!