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Ahí estaba sentada en la sencilla terraza Berta, picando porotos verdes para la cena de Navidad con su sobrina nieta sentada al frente. Manos con la uñas pulidas en triángulo, un tanto callosas de costurear su ropa y para hacer regalitos. Esos engendros de restos reciclados: traje y piernas de tela y caritas de plásticos, a veces blancas, a veces negras. También hacía delantales a la cintura con una hermosa mezcla de géneros y orillas. Esos se convertían en los regalos para las mujeres mayores. Para las niñas las muñecas.

La niña miraba sus aros color crema tan coquetos y le pedía poder tocarlos. Terminada la faena le dijo a su sobrina nieta:

- Vique ¿Vamos a robar flores?

Salieron tomadas del brazo por la tarde estival del barrio, los olores de las rosas, de los jazmines se colaban a la nariz de la niña de 12 años. La tía con su tijerita experta, ya se hacía un buen ramo. En más de alguna ocasión las sorprendieron robando, pero era tal la discreción de las paseantes que no era más que un quejoso: ¡No se roben las flores! desde dentro de una casa.

La mujer, ya de treinta años juró que esa vez atravesando la calle, desde esa micro sintió su olor, el mismo que cuando se saludaban, juró que estaba cerca. Recordó su trabajo en la editorial, el novio muerto, el "defecto", como llamaba a ese cordoncito insignificante que le recorría el cuello por culpa de una operación y la hacía llevar siempre coquetos pañuelitos. Aquella tarde esporádica en que la visitaban en la pensión en que vivía y milagrosamente sacaba un queque cocinado en cocina bruja. Ya muy anciana con un tumor cerebral, se tomaba una enorme mamadera especial que ella le preparaba. En esos dieciciete años se sentaba horas con la tía que solo balbuceaba incoherencias hasta que su madre la arrancaba del cuarto para que hiciera otras cosas:

- Mijita esta no es vida para una jóven como tú, le increpaba.

El día aquel que le llevó su desayuno y la encontró muy tibia pero especialmente quieta. Tenía los párpados profundamente dormidos y una tenue sonrisa.

Al final de la misa de difunto entonando la canción la Virgen del camino, su hermana y ella rompieron a llorar desconsoladamente por la virginal tía "... en la vida tu nunca sola estas, contigo por el camino, Santa María va...".





Texto agregado el 26-09-2004, y leído por 453 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
20-10-2004 esta buenísimo! es muy tierno y muy triste también. un beso ciao wicca
30-09-2004 Un cuento deliciosos y tierno. La coquetería de esconderse una operación de tiroides nos atrapa en un personaje dulce, como el mismo cuento. Y su viaje final, entre canciones y lágrimas que, más que tristeza, son para regar las flores.... rodrigo
29-09-2004 Es triste pero me ha gustado. Un saludo. SOL-O-LUNA
26-09-2004 Conmovedor tu texto. Me parece que en el cielo (si es que existe) una nueva santa aguarda con sus ojos transparentes que los que tienen comunicación con el Hacedor, la canonicen sin mayores dilaciones... gui
26-09-2004 glup! esta emotivo, ¿es real?. Uno hace tantos sacrificios cuando hay amor de por medio que no se notan. anemona
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