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En los rotos el fin último es la manifestación de la esencia. Yo estoy rota, estoy sola mientras escribo lo que dicta mi mente, estoy de cuclillas en una habitación llena de libros, cajones desordenados y sombras que forman las ropas y papeles abollados contra la pared.

Experimentar el mundo desde la rotura es no malgastar la vida de gusto, es sentir y exorcizar demonios, es crear forjando el espíritu hacía el vacío, principio de la imaginación. Ver la vida desde una alcantarilla no es lo mismo que verla desde una cornisa, pero sin embargo el grado de marginación entre una rata y un suicida es el mismo.

Ya no tengo miedo porque el dolor me ha hecho fuerte, una huérfana de mierda, una paria, una inconsciente, una impulsiva, casi intelectual y casi mendiga, casi animal y casi humana, casi cuerda y casi primitiva.

¿Podría definir la infancia? Bastaría con hacer una retrospección hacía el holocausto en donde me expulsaron por primera vez. La infancia en tres palabras: mamá, papá y hermanos; en dos palabras: paraíso perdido; en una palabra: desintegración.

Yo no tengo pasado, nunca lo tuve, ni conservo registros fotográficos ni la claridad de antiguos semblantes, el agua lavó lo poco que quedaba de ese tiempo, no quedan rastros visibles pero siempre sobrevive y se multiplica alguna secuela en el interior de nuestro ser, que va abriendo hendiduras leves. Secuelas del hambre, de la desesperación, del desarraigo, de la precaria otredad, del asco, de la pobreza, de la violencia, de la perversión, del degeneramiento y de la proyección visual del concepto de esperanza en la fragmentación de un diente de león.

Los mediocres te ofrecerán su lástima mientras que los rotos te impulsarán a seguir y conquistar tus derrotas, aunque te caigas, aunque no tengas más que un intento de suerte ni en dónde caerte muerto.

Toda mi vida descreí de todo, aun lo sigo haciendo, pero la diferencia es que ha despertado la conciencia en la viscosidad de mi mente, y junto a la soledad y la melancolía se han vuelto visitantes permanentes en mis días. También, he pensado que toda mi vida seguiría siendo una bruta ignorante, una idiota que no podía contener su orina y se meaba sin vocación, por una especie de instinto y falta de identidad.

Creo en el amor pero he amado poco, siento la eternidad pero a menudo recurro a la internalización del olvido, soy mi mejor amiga y también me auto boicoteo con regularidad, y simplemente podría definirme como un desastre que se ha chocado con muchas personas que tenían los sesos desbordados de estiércol.

Si quieres conectar conmigo te aconsejaría que te rompas por dentro, entre rotos nos entendemos mejor. Si no has sabido reconocerte en el dolor y el desamparo de los más inocentes; si no te duele el pecho cuando te guardas el dolor y lo expones al calor del sol; si crees que la felicidad es una jornada laboral de 12 horas, horarios que van haciendo progresiva la opresión de tu libertad; si crees que eres feliz en tu Zona de confort ; si estás a mitad de camino entre la rata y el suicida dudo que puedas brindarme algo que me sane o me libere.

Estoy sola en la habitación de los libros que sueñan y me pican los ojos, no sé si será el cansancio o la suciedad; soy la humana que alborota la parsimonia de los escritores que han sufrido los mismos insomnios ante el letargo de las horas que habilita un tiempo mecánico y sin sentido. La infancia también reposa, la rata mordisquea la solapa del Quijote de la Mancha y el suicida dicta las palabras que he vomitado en esta noche, en esta náusea, en este universo iluminado de estrellas que se parecen a nuestros muertos.

¡Y tú!, que decodificas la génesis de mi escritura te regalo un Dios para las confesiones más retorcidas que te has guardado por el temor a mostrarte genuino y espastar a la muchedumbre, por el temor a reconocer tu voz en el silencio, por la desesperación que te causa verte solo para siempre. Te ofrezco un Dios que nunca he tenido, podría hablarte de mis demonios, de las cruces incrustadas en sus orificios que me cuentan sobre la dilatación del tiempo pero esos demonios son míos, sus anatomías están formadas por retazos de mi memoria.

No puedo ofrecerte mucho, sólo la verdad (aunque sea relativa), la voluntad de mi fuerza y estos ojos que han contemplado el mundo desde un sumidero fetal.


Texto agregado el 22-10-2018, y leído por 87 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
22-10-2018 Letras fuertes, para releer seroma2
22-10-2018 Nos hablas desde muy hondo, con densidad. La vida regalada no sé si alguien la disfrute. A veces se ve el triunfo pero no se ve lo que antes se ha sufrido y peleado. En fin, solo puedo ofrecerte amistad y fe como un grano de mostaza. Ánimo. Daiana
22-10-2018 La dureza de la vida no golpea a todos por igual, no cabe duda. Un abrazo grande, sheisan
22-10-2018 Es un texto fuerte, intenso, me gustó aunque me dejó un gusto amargo en la boca. Besos. Magda gmmagdalena
22-10-2018 Amen, amen...al prójimo. Palabra de Jesús. Échate pa' ya Merlín, que sólo es un decir. grilo
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