Aquella cocina precisaba nuevas ideas: una Elena Santonja por allí ambulando y con las manos en la masa. Se le hizo patente un sábado. Al sábado siguiente, aquéllo era otra cosa. Lo que es la interacción con las personas.
Era una Helena Santonja que había encontrado en el
trabajo, dispuesta a interaccionar en apartados culinarios y en lo que saliera. La oficina en que trabajaban daba para ello. Una colmena de gentes en la que no era demasiado difícil dar con alguien con parecidas necesidades y con quien afrontar, juntos, las gabelas de la vida. Habían renunciado los dos al amor romántico, pero no querían tampoco que se les pasara la oportunidad de dejar de estar solos. Las vicisitudes y necesidades que habían llevado a ello eran bastante prosaicas, pero habían acabado igualmente con los ecos de los pasillos de la casa. Lo pasaban bien, hasta el punto de no necesitar pensar en alguien distinto a ellos.
No obstante, con aquella simbiosis, empezó de nuevo a cotizar en el mercado amoroso, sorprendiéndolo Doña Helena con otra, con las manos en la masa, y hubo de volver el hombre a las trilladas tortillas de patatas. Perdió el muchacho sex appeal y, finalmente, como el torero que no corta orejas, cayó en el desánimo optando en última instancia por un libro de cocina.
Nota. Helena Santonja era una popular presentadora de televisión que tuvo, en Televisión española, durante bastante tiempo, un programa de cocina.
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