Me ignoras, te ignoro, nos ignoramos los dos y aun así ni siquiera a solas puedo pensarme. Me siento estúpido ¿pero por qué? Se cierne sobre mí, la incertidumbre que a estas alturas significa estar sentenciado. Con la llegada de la negra noche, de luna iluminada, intento imaginar tu pupila en ella, mientras el aire acaricia mi rostro cual brazos de sílfide en una lucha ya perdida contra el sopor de mis parpados. Me dirijo en soledad hacia la pantalla, con mis dedos sobre el teclado, alertas a cualquier respuesta, cualquier palabra, sin evitar sentirme solidariamente absurdo. Y así, el sol raya el alba, lo recibo con una irónica sonrisa para evadir su mágica magnificencia. Voy al baño, mojo mi cara, me visto, salgo nuevamente con mi sombra, tirando de mi piel ansiosa, para seguir haciendo lo mismo todos los días.
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