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La casa donde dormía la primer biblioteca del cuaderno celeste,
fue vendida y convertida en un edificio
como casi toda la cuadra,
Sus dueños ahora viven al lado
en la que era la casa de su madre.

¡Doce años! Un viaje de ida y otro de vuelta
y el corazón: una membrana menos flexible cada domingo
Un edificio crece como un árbol de acero y se llena de otras vidas
una persona no,
una persona no crece
una persona no se llena
se convierte en una versión embrutecida de si mismo
y se muere.

Ahora el sol alumbra la pileta de mañana y por la tarde la tapa el edificio
se han invertido las sombras de la casa.
El tiempo es la medida de las sombras
ahora dibujan un prisma oscuro en el fondo
y en la superficie refleja al cielo que nos ilumina desde abajo
La sombra certifica que existe el tiempo


El cuaderno celeste escribe: después de los cuarenta se escriben
los verdaderos poemas. Eso será verdad si y solo si
escribir se trata de reponer la distancia
entre lo que esperábamos y lo que existe

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¿Por qué las cosas existen en lugar de no existir?
¿Por qué solo una hora por semana nos toca agradecer
por la constante maravilla de la vida?

Lo alabamos, lo bendecimos, lo glorificamos, le damos gracias

escuchamos el ulular de las palomas en las ventanas altas

Crujen los bancos miramos a la chica que se sienta tres filas más adelante
y cuando la misa ascienda a la poesía sobrecogedora del pan y el vino
estaremos mirando por el rabillo
tres filas adelante

Al terminar,
el cuaderno celeste se queda en el silencio que se escucha a si mismo
su misa no termina con un amén,
empieza con el último monaguillo apagando las velas
repite con humildad los mantras que le enseñaron de chico
El cuaderno celeste escribe:
Lo único seguro es que estas acá
en este latido que busca
comunión e infinito