El elegido

Cuando cerré la puerta trás del último invitado, la sonrisa que había mantenido en mis labios durante toda la noche desapareció. Me sentía agotado. Miguel quiso saber al saludarme quién era la mujer con la que había conversado durante unos minutos en la reunión porque quería volverla a ver, tenía un buen pretexto: conservaba el guante que ella había olvidado.Lo agitó ante mi nariz y no pude evitar el apartar mi cara con un gesto de disgusto; el guante emanaba un extraño perfume.

-Lo siento Miguel… al verla pensé que era la nueva compañera de Julio, se paseó de grupo en grupo como buscando a alguien, iba a darle la bien venida cuando se te acercó , pensé que la conocías, después,como sabes se esfumó.

La respuesta contrarió a mi amigo.
-¡ Quisiera volverla a ver!
- No sé cómo ayudarte- Miguel esbozó una mueca de decepción. Me abrazó diciendo:
-Paciencia… entonces buen viaje, regresa pronto. Te extrañaré.
-El viaje será largo- contesté emocionado.

Al cerrar la puerta miré el desorden de copas platos y ceniceros del salón. El humo de los cigarrillos aún no se había disipado y una flor agonizaba sobre el piano. Caos total. Me encogí de hombros, pero nada podía importarme.
” La fiesta ha terminado”, me dije, es la hora.

Coloqué la carta bien a la vista, abrí el cajón del escritorio y al sacar el revólver, sentí un olor semejante al del guante que Miguel me había mostrado. Me mareó al punto de hacerme caer sobre un sillón donde quedé dormido de inmediato siguiendo los espirales y los círculos que giraban en mi mente.

Horas más tarde me despertó el teléfono; un amigo me anunció que habían hallado a Miguel muerto en su coche con un guante negro entre las manos.