Tomó la camisa con fuerza, y la desgarró en una larga tira de unos diez centímetros de ancho. Luego, hizo un bollo con ella, y lo apretó con los dientes.
Sacó el trinchete del cinturón. Lo mojó en la punta con whisky, por ambos lados, e hizo lo mismo con la herida.
Se dispúso a extraer la bala. Su pierna, se desangraba lentamente.
Unos gorriones, bajaron a ver lo que hacía.
En el momento de extraer el proyectil, una ráfaga de dolor, recorrió su espina dorsal hasta estallar en su cabeza.
Se mantuvo quieto, esperando.
Unos dos minutos que parecieron eternos, dejaron paso a un alivio que fue importante.
Hizo un torniquete con la tira de tela, cuidando que el apriete del nudo no fuera excesivo, pero tampoco muy débil.
Finalizada la tarea descansó por un buen rato, hasta quedarse dormido. Despertó dos horas más tarde, cuando el sol que ya estaba muy bajo se filtraba por debajo del árbol.
Juntó sus cosas. Antes de subir al caballo, rengueó hasta el tronco, y escribió con el cuchillo:
"Aquí, renació Manuel, una vez más".
Montó con dificultad, y marchando al paso, se dispuso a cruzar el desierto.
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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 16/10/2018.
https://youtu.be/x4aAR6HkMIw?si=xSsDFVZz34JeKSAg |