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Temí no haber cerrado el auto, o algo así. Habíamos bajado con apuro frente a casa, riéndonos como chiquilines.

- Es bueno que sea domingo por la tarde – dijo Dora.

- ¿Por qué? -pregunté distraído – Ahaaa, sí.

Volvimos a reír.

- Tenés el cierre bajo – dijo ella divertida.

- Y bueno, ¿qué querés? Tesoro, no sé si cerré con llave la puerta del auto.

-Ayy, pero si no tiene llave ese auto. Presioná el botón y ya.

Dora comenzaba a subir las escaleras. En ese momento sonó el teléfono.

-Riiiiinnnng….

-Mansión Villaverde, buenas tardes – dije ensayando una voz de mayordomo.

- ¿Pero por qué atendés? – dijo ella con mirada de enojo.

- Siempre con esa voz de galán de teleteatro. ¿Cómo está mi yerno favorito?

- Es tu mamá –susurré divertido.

Dora puso cara de incomodidad y fastidio.
Mientras conversaba con mi suegra octogenaria, su hija comenzó a provocarme desde la escalera.

- ¿Y cuándo se van de vacaciones, Ricardo? – preguntó mi suegra.

Dora me miraba con rostro sensual. Aquella mirada era perturbadora.

- Uuuuy, mamita no me mires así - dije con un hilo de voz.

- ¿Cómo decís, Ricardo? - dijo mi suegra.

- Que tenemos reservada una casa en Costa del Este. ¿No quiere venir con nosotros?

La mirada perturbadora de mi mujer cambió a expresión perturbada.
Yo contenía la risa. Dora hizo como que no le importaba.
Comenzó a relajarse, sentada en el tercer escalón.

- ¿Yo te conté, Ricardo, de la casita que teníamos en Claromecó hace como 45 años?

- Uuuufff, no, no, nooo…

- Ah, yo creía que sí te había contado. La hicimos en un lote mediano. De a poco, ¿viste? Con sacrificio.

Dora deslizaba su mano izquierda por entre sus piernas, al tiempo que pasaba su mano derecha sobre el cabello, tirándolo hacia atrás, y actuando como si estuviese sola.

- Esperá, por favor, más despacio – dije sin querer decir.

- Ay, disculpame, es que recuerdo y me entusiasmo. Como si fuera hoy, jajajaja –contestó mi madre política.

- Suegrita, ¿por qué no se vienen mañana que hago un asadito y me sigue con la historia?

La boca carnosa de Dora estaba virando al color morado.
Me acordé del cierre abierto de mi pantalón pero ya no cerraba.

- Claro que sí, Ricardo; con gusto estaremos mañana por allá.

- Buenísimo, hasta mañana. Un beso.

Volteé para colgar el auricular y al girar nuevamente, Dora caía deslizándose hasta la alfombra. Su cuerpo se arqueó suavemente, para dejarse caer nuevamente con un suspiro.

Mordí con suavidad esos labios hermosos. Su camisa beige semi- traslúcida dejaba ver sus pechos grandes, hermosos.
Mi boca no pudo resistirse a probarlos, mientras mis manos los descubrían despacio.

Yo devoraba ese manjar, y sus manos se ocupaban del cierre de mi pantalón.
El tiempo se esfumaba lentamente, el entorno era como un decorado inexistente.

Su piel suave me estremecía y se estremecía.
Sus oídos soportaban mis palabras desordenadas, que a borbotones daban cuenta de mi fascinación por esa mujer.

Ella contraatacaba con pedidos ahogados por su respiración agitada.
El sentimiento era intenso y la comunión de nuestros cuerpos era una mezcla de placer, deseo y amor.

El pudor ya extinguido no pudo sosegar exclamaciones que brotaban incontenibles en una marea desbordante.

Luego la calma. El silencio. La paz.

Nos dormimos abrazados, y unos minutos después escuchamos varios pasos presurosos que nos despertaron.

- ¡Abuela! Abuelo! - golpeaba su manita de cuatro años sobre la puerta del dormitorio.

- Ya salimos Juanchi, esperá que nos vestimos. Estábamos haciendo siesta.

- ¡Los abuelos hacen fiesta, mami!

- Siesta, Juan, se dice siesta – corrigió nuestra hija.

Unos minutos después en la cocina:

- Con este día hermoso y ustedes dos durmiendo - dijo mi hija.

Con Dora nos miramos, ensayando una mirada ingenua.

- Será la vejez, hija. ¿Dónde estará mi bastón? – dije divertido.

- ¡Ay, papá! no empieces con esas bromas.

- ¿Vamos a hacer fiesta, abuelo? – dijo el pequeñín.

- ¡Dale, armemos una súper fiesta!

Mientras nos retirábamos con Juanchi hacia el patio, madre e hija permanecieron en la cocina listas para ponerse al día con las últimas novedades.

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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 16/2/2018.

Texto agregado el 16-10-2018, y leído por 243 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
16-10-2018 me encantó! felicitaciones. carmen-valdes
16-10-2018 Mientras haya amor acompañado de pasión, la alegría y la armonía son cómplices de la felicidad. vicenterreramarquez
16-10-2018 jajaja.. inesperado pero, ¿Por qué no? Puede suceder. Un abrazo, sheisan
16-10-2018 Qué picarón que sos, muy bueno! MujerDiosa
16-10-2018 Manejaste... yar-
16-10-2018 Guau !!! Con qué clase manejador la trama, me encantó!!! Cinco aullidos totales yar-
16-10-2018 Este cuento demuestra que no hay edad para estar enamorado, muy bueno! ome
16-10-2018 Jajajajajaja, muy bueno***** Abrazo Lagunita
 
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