("El equilibrio entre emociones extremas o punto medio: metriopatía. Con ella se consigue sobreponerse a las emociones fuertes generadas por las desgracias o aflicciones. Para ello es necesario un entrenamiento práctico ante el asedio de los dolores y tristezas de la vida, una poliorcética, que fue desarrollada por filosofías posteriores, en particular el Estoicismo).

Solo ha pasado una hora y ya me siento completamente intranquilo. Al borde de contar los minutos, observar el fluir de los segundos dentro de su círculo infinito. Figuras de humo, vuelvo a las garras de un viejo vicio para aguantar el parsimonioso pasar del tiempo.
El recuerdo de una voz me parte el alma en dos, la cual solo se recompone al releer esas inmediatas cartas a las que atas tus expectativas. Pantallas que acercan y separan nuestras máscaras más caras, manías raras, orgullos y caprichos. Dos bichos en un mundo repleto de detalles. ¡Qué lujo el haberte conocido!

Un colchón que se deforma con el peso de un alcoholizado cadáver, una almohada rellena de pensamientos rayados con crayola, unas paredes entintadas con ideas inteligibles, dos cortinas que me separan de un antiguo ritual, escrutinio matutino, vitamina D.

Deseos reos de la fe y la esperanza, de la distancia.
Sigo a la espera, mientras, gira la esfera, se curte el cuero. Sin vaquitas se queda el arriero, puesto que estas son ajenas y solo las penas son nuestras.
Escribo depositando mi confianza en el reloj, en la arena y en la sombra.

No sé qué nos depare el destino, o si quiera si existe un camino. Lo mejor será descubrirlo con el andar de cada paso, de cada trazo. Al menos me queda una sonrisa al borde de esta cornisa.
Haré caso omiso a las advertencias, quiero descubrir la sentencia, no puedo ni pretendo entender el concepto de paciencia.

Mientras, aquí estaré, esperando.

(Llama o escribe, aquí estaré, no miento).