LA MUJER DE LOS DOS ROSTROS – CAPITULO IX
Casi al amanecer se acaba la fiesta, todos se despiden y se van a sus respectivas casas. A los hombres Xs, Francheska les había dado ese otro día libre, para que descansaran y se recuperaran de su borrachera.
Martiña por todos los medios trataba de verse con el aparente Asistente del Embajador, ya que le había gustado y era la primera vez que le gustaba un hombre.
Manolette, Manolette, le gritaba Martiña. Éste vino corriendo atender el llamado de ella, y le dijo, quiero que me acompañes a la Embajada, quiero hablar con el Embajador de negocios. Manolette la acompañó, pero esta vez Martiña no quería hablar de negocios, ella quería ver al Asistente del Embajador, y como los guardias la conocían como Martiña, la dejaron pasar al despacho del Embajador, allí estaba su asistente, se saludaron con un gesto de expresión. Cuando el embajador la vio le preguntó en voz baja ¿Por qué no estás hoy en tu recinto? Ella le contesta, no te preocupes, le di el día libre a mis hombres, y se queda mirando al Asistente de éste, que también la miraba.. El Embajador se da cuenta del interés de Martiña por su asistente y los deja solos.
Se saludan y entablan una conversación, ,Martiña le habla cariñosamente y le pregunta a cerca de sus actividades con el Embajador y que si se siente a gusto trabajando con él. Éste le dice que sí, pero que le gustaría hablar de otra cosa, ella coquetamente le pregunta, ¿Cómo de qué?, éste le contesta, como de ti por ejemplo, si tienes enamorado. Oh, no! contesta ella, yo nunca me enamoro.
El embajador regresa y le dice a Martiña que quiere hablar con ella, y le pide al asistente que se retire por unos momentos, éste muy cortésmente se retira.
Cuando quedaron solos, éste le dice a Martiña, ¿Qué te traes? Nada dice ella, solamente me gusta tu asistente. El Embajador le dice, ten mucho cuidado que él está impuesto aquí por el Gobierno para que sea mi asistente, él no sabe nada de mis andadas. Ella le dice, no te preocupes, no soy ninguna tonta, simplemente me gusta y ya.
Francheska sigue en sus andadas y siempre está en contacto con el Azulejo, para que le informe cualquier cosa que oiga en la FIP.
Martiña en sus momentos libres sale con el Asistente a petición de éste. Manolette no soporta los celos, ella se da cuenta y le habla seriamente con voz fuerte, y le dice, no quiero que me sigas cuando salga con Cesarino (el asistente), éste le dice, es que no conocía esta faceta tuya, siempre te veía tan fría como Francheska, que después que te conocí como Martiña me he enamorado de ti.
No seas tonto, le dice ella, serás mi mano derecha y conoces mi secreto, pero no soy para ti, ahora estoy enamorada de Cesarino y no te interpongas en mi camino, porque ya me conoces como Franchezca y sabes de lo que soy capaz, ahora quiero que te retires hasta que te llame para darte alguna orden.
Éste salió todo furioso dando patadas, pero Martiña no se inmutó.
Pasados algunos días, el Embajador citó a Martiña a su despacho en la embajada, estaban a puerta cerrada y empezaron hablar cómodamente, preparaban un golpe, iban a mandar a saquear un barco que venía con un cargamento de armas que traían para el gobierno, donde actuarían los secuaces del Embajador y de Francheska. Él embajador iba a quedar como víctima, porque pensaban hacerle un auto secuestro un día antes de llegar el cargamento, para no levantar sospechas acerca de él.
El asistente pudo oír esa conversación tan comprometedora entre Martiña y el Embajador, ya que él estaba en el baño privado y éstos no se dieron cuenta; todas sus sospechas sobre el Embajador habían sido descubiertas por él. Ahora tenía evidencias porque él siempre cargaba un bolígrafo grabador, y toda esa conversación fue grabada. Actuaría junto con la Fuerza de Inteligencia Policial.
El día del secuestro Cesarino se hizo el preocupado por el Embajador delante Martiña para no levantar sospechas.
Francheska pedía una cuantiosa cantidad de dinero por el Embajador, mientras tanto los secuaces esperaban el cargamento para saquearlo, pero cuando llegó el cargamento, éstos fueron sorprendidos por la Fuerza de Inteligencia Policial y agarraron a Franchezca y al Embajador junto a sus secuaces.
Franchezca o Martiña, lloraba desconsoladamente, porque supo que quien la había delatado era el hombre de quien ella se había enamorado por primera vez, y con expresión de dolor e impotencia gritó – dannazione, maledetto Cesarino, dannato amore…
Le dieron treinta y cinco años de cárcel porque descubrieron todos sus crímenes y al Embajador Cuarenta años por traición a la Patria y por ser el cabecilla más grande de la mafia italiana.
Mientras, en la mansión de Martiña quedó un violín sin alma y un antifaz, como fantasmas de una guerra oscura entre el bien y el mal.
F i n
Novela policiaca por:
Maite Katiuska Moreno
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