El horizonte es blanco y negro, apocalíptico: la niebla y una nube oscura y gigantesca que se posa sobre el cerro del Picacho, el punto más alto y frío del llamado páramo de Berlín, en el departamento de Santander, y cuya altura máxima alcanza los 3.300 metros sobre el nivel del mar.
Un rayo, como un arañazo en el cielo, amenaza con lluvia. En minutos se desatan las gotas heladas y filosas como cristales, las ráfagas de viento. La temperatura baja a cinco grados y puede seguir bajando.
El Picacho –que hace parte del páramo de Santurbán, 142.600 hectáreas entre los departamentos de Santander y Norte de Santander– es el lugar al que más le temen los caminantes venezolanos que vienen de ciudades y pueblos costeros o ubicados sobre el nivel del mar (o cerca) y que no conocen este hermoso y dramático paisaje ni estas colinas sembradas con cultivos de papa y cebolla, ni han padecido en sus huesos ese frío que se siente como una cuchillada y tampoco han sufrido este viento del demonio.
Hay rumores que cuentan que varios venezolanos han muerto de frío cuando pasan por aquí. Nada oficial. Nada descabellado tampoco. Bien podría uno morirse congelado en esta montaña.
Más tarde, una señora que tiene un refugio, hablará sobre ese niño al que intentó salvar de hipotermia con el calor de un secador de pelo.
Los caminantes venezolanos tiritan de frío, traen los pies destrozados y el alma no menos destrozada. O la dejaron allá: en Caracas, en Maracaibo, en Valencia. En cualquier lugar de esa Venezuela de la que vienen huyendo. El alma: las esposas, los esposos, los hijos, los padres, los hermanos, los amigos, el hogar. La patria.
Así que dejar el pellejo en este camino y sentir que se congelan es, realmente, lo de menos.
Llegar hasta el Picacho requiere entre uno y tres días de caminata, saliendo desde Cúcuta (Norte de Santander), tras atravesar el puente internacional Simón Bolívar, el punto fronterizo más emblemático entre los dos países y por donde, a diario, transitan 70.000 venezolanos, según cifras de Migración Colombia.
De ellos, el 5 por ciento no regresa a su país. |