Hoy es habitual escuchar que la gente se casa más grande porque estudia, porque trabaja, porque tiene otros intereses. Algunas mujeres afirman dicha creencia, otras lo asienten para el resto pero no están convencidas y otras desesperan por no llevar el cartel de solteronas... Lo que parece menos habitual en la actualidad es el “quedarse para vestir Santos”. Algunas representantes del sexo femenino calculan todos sus actos con un único objetivo: encontrar “la media naranja”, expertas jugadoras que analizan cada movimiento para ganar la partida de su vida. Y todo acontecimiento se tiñe de semejante presión y exigencia por lo que fácilmente dichas “Evas” sienten la amarga derrota cada noche, día, ocasión en la que sus expectativas no son cumplidas y /o saciadas ( ¡ Y el pescado sigue en venta!) De repente una ráfaga de negatividad se arremolina en sus mentes cuando sienten descubrir que todo hombre “suelto” (léase sin compromisos amorosos) es la resaca que ninguna otra quiso para sí; los que van por la “segunda vuelta” (separados y en muchos casos con hijos) o los que simulan libertad pero tienen a alguien (o a varios) esperándolos al llegar a casa. “Si está solo algo malo debe tener”; “A esa edad nunca se casó... que raro” Y como si fuera poco, una cuota más de pesimismo se puede sumar : “Y bueno, es lo que queda en el mercado, es lo que hay para elegir” ; “Los que valían la pena están todos casados o a punto de...” Y en esos momentos el que era medio “bobo”, demasiado tímido, petizo, gordo, etc., etc. comienza a reconsiderarse. Y a determinada edad también hay que tener en cuenta si tiene trabajo, si vive con la mamá, si está pelado.... ¡Eso unos años atrás no era ni pensado! Y el encuentro con el sexo opuesto de la franja etárea comprendida entre los 28-35 se complica en cuanto a sitios, horarios ¿alineación de planetas? El primer obstáculo es descubrir dónde se encuentran (¿Dónde estás amor de mi vida que no te puedo encontrar?) y en caso de que el mismo sea superado el enigma es cómo lograr un acercamiento, un cruce de palabras, una mirada que invite a compartir unas copas, historias de vida, fluidos corporales y en algunos casos ¡el resto de sus días! Y para seguir sumando consideraciones extras, en el campo de batalla ya se encuentran nuevas “venusianas” con nueva artillería muy preparadas para hacer frente a lo que sea. Digo, sin querer acrecentar la tendencia depresiva de algunas lectoras, además de ser mayor la proporción de mujeres rondando los 30 todavía en carrera vs. hombres del mismo grupo...¡Hay más competencia suelta! Y tratando de mantener la cordura algunas integrantes del grupo mayoritario realizan comentarios tales como “Hay que ver cómo va a llegar ESA a los 30” ; “Pero si tiene más experiencia que mi abuela” Una de las quejas recurrentes realizadas por las “Evas” es que los “Adanes” están en el Limbo y no se animan a acercarse para hablar, en el caso de un bar, o para bailar en el caso de una disco. En este punto me atrevo a realizar una observación que puede dar a lugar a la reflexión o a la interpretación (errónea) que estoy de parte de los “Marcianos”: si un representante del sexo masculino no se acerca en un bar es un cobarde, pero en caso de hacerlo sin conocernos es un loquito, un desubicado, un “lanzado” “¿Qué quiere, que lo invite a sentarse en nuestra mesa?” (¿Conocés la “Gata Flora”?) Y en el caso de aproximarse en una disco puede llegar a recibir como respuesta “Hoy salí con mis amigas”; “Estoy bailando (quiero bailar) con mis amigas”. Frases que a muchos los tienen asustados desde la ya lejana época adolescente. Y de ser aceptada la propuesta de baile la comunicación puede ser interrumpida por la tan de moda música Dance que satura la audición y no se presta ni para el intercambio corporal. Para introducir una visión más positiva, e ir llegando al final, apelaría a reflexionar: si hay representantes del sexo femenino rondando los 30, sin compromisos, que “valen la pena” y que sueñan, aspiran y / o desean encontrar un compañero de ruta... Por qué no pensar que también hay representantes del sexo masculino rondando los 30, sin compromisos, etc., etc. que tienen los mismos deseos, dudas, complicaciones, prejuicios... Resumiendo, ¡qué se encuentran en la misma situación que nosotras! ¡Lo último que se pierde es la esperanza! |