Se ve que el hombre, descubrió la engañifa, decidió quitarse del medio, pero sin ningún tipo de acritud. No se vayan a pensar.
Se veía que no quería estorbar. Y ante todo, él, era un hombre educado y servicial: facilitador, y atento, de las y a las- respectivamente- necesidades de los demás. Un hombre para el que, aparte, existían los puntos finales. Una rara avis respetuosa y considerada con la gramática más elemental. Que sabía cómo terminaban las buenas historias.
Y esto es todo, amigos- parece que dijo, adoptando el eslogan final de aquellos dibujos animados de nuestra infancia que se dirigían a nosotros como si todo lo ajeno a los dibujos fuera un extra innecesario, haciendo de la realidad compartimentos estancos. Pero bueno, me estoy extendiendo innecesariamente.
Se ve que le habían calado hondo aquellos dibujos animados y era capaz de discernir perfectamente lo accesorio de lo principal.
Estarán imaginando ustedes alguna catástrofe económica o amorosa insoportable, insufrible, para tomar aquella determinación tan radical. No; fue un conjunto de cosas. Le atacaban por todos los frentes. Vendió su hacienda. Transfirió la mitad a su mujer. Estaba en gananciales. Hizo la maleta y lleva tres años sin decir ni mu. Y, hasta ahora; no sabemos nada de él. Yo- su mejor amigo-, lo imagino en una isla tropical- era bastante aquella parte-, pero no descarto tampoco que se encuentre detrás de la esquina de su casa con barba larga y gafas de sol. El caso es que su teléfono da siempre la misma cantinela de "ahora no lo puedo atender". Al facebook no entra. Y los whatsapp no me los contesta, aunque sigue operativa la cuenta.
Con todo, a mí lo que más me sorprende es que en este mundo sin privacidad, pueda un tipo esfumarse y desaparecer de la vista de los demás, así sin dejar rastro, sin más ni más. Tanto, que, a veces, le entran ganas a uno de hacer igual.
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