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Por las tardes el cielo se ve más hermoso que en cualquier otra hora, y al ser testigo de tal belleza me quedaba absorta y mi cabeza no dejaba entrar a ningún pensamiento, se olvidan aquellas cosas que te lastiman el corazón cuando tienes a algo más grande que te mueve, y eso es lo que me movía en ese momento, el brillo de aquella inmensa luz que a cada minuto desmayaba.

Olvidé lo solitaria que se sentía mi alma, olvidé la ausencia de mi padre, olvidé que me habían partido el corazón, olvidé las veces que había llorado, olvidé el olvido.

Lunes por la mañana, estábamos a siete grados en la ciudad, un poco frío, al menos para mí, y los que tenemos que trabajar desde las seis de la mañana, me levanto, un día más de esta maravillosa rutina, me veo al espejo, sólo veo ojeras, y una sonrisa que con el tiempo aprende a vestirse de gala con las personas, al final, a nadie le interesa el por qué estás triste, si no se ayudan a ellos mismos, cómo pretenden ayudar a alguien más. Al abrir la puerta sentí una brisa y me dio los buenos días, me limpio el cuerpo, y me dijo; ánimo, que hoy es un buen día.

Se humedeció el dedo pulgar de mi mano, miré hacia el cielo y había cambiado a color a gris, corrí hasta la torre en donde me esperaba mi jornada de ocho horas diarias de lunes a viernes, llegué a mi oficina después de haber corrido treinta metros y sentía como las gotas frías me humedecían el cuerpo, recordé que mis libros estaban en mi bolso, no entiendo como cargaba ocho libros, si nunca los leía, creo que esa costumbre la tengo desde niña, cuando mi padre nos llevaba a la casa del rancho en donde creció, odiaba ese lugar porque no había señal, no podía platicar con mis “amigas” que ahora ni siquiera recuerdan mi nombre, y sinceramente, ni yo los suyos. Ahora quisiera ver de nuevo aquellas grandes montañas y el cielo imponente en donde las aves volaban con gran tranquilidad, como si lo único que les preocupará fuera escoger su comida del día, cuando creces te das cuenta de muchas cosas, y en este momento deseaba con todo mi corazón retroceder diez años atrás. El frio me encantaba, pero sólo si estaba en mi casa, así que abrí mi laptop y empecé a trabajar tratando de ignorar las gotas de lluvia que rozaban por el vidrio de mi oficina, al abrir mi laptop vi una foto de mi familia, en ese entonces tenía ocho años, quién iba pensar que la vida cambiaria totalmente, habría jurado que nos quedaríamos juntos hasta morir, pero este tipo de cosas no se planean, sólo pasan, y en estos casos prefería beber un poco de ron, y en mi vida yo ya había tomado demasiado.

Estaba a punto de acabar el trabajo que estaba preparando para un nuevo proyecto, estaba cansada, había dedicado mucho tiempo en mi trabajo, mis ojeras eran lo único que se veían en los últimos años. La vida es muy extraña, cuando estaba más joven, creía que a esta edad iba a estar viajando por el mundo si conseguía acabar la carrera, pero las cosas no a veces pasan como las planeas.
Vibraba mi bolso, era mi teléfono, no sabía quién podría ser, no estaba registrado, y que yo recuerde, registraba a las personas que podrían ser importantes en mi vida, y eso daba un total de a lo mucho seis personas, y dos eran perros.

Era mi hermana. No podía creerlo, tampoco sabía si colgar o responder la llamada, la última vez que la había visto fue cuando nuestro padre había muerto, y desde ahí, cada quien su camino, todos habíamos crecido, ya no era la hermana mayor en donde todos se protegían, pedían consejos, o existía el respeto, todo aquello había muerto hasta la última gota. Total, contesté.

–Hola –contesté con un nudo en la garganta y la voz me temblaba

–Hola, creí que no me contestarías, que bueno escucharte –Contestó una voz joven, segura de sí, y en ese momento me recordó a mí cuando tenía diecisiete.

–¿Cómo estás? Cuéntame que ha sido de ti –dije emocionada

–Mal, han pasado muchas cosas después de que te fuiste.

Había cambiado su tono de voz, cuando dijo – Nuestra madre ha estado internada en el hospital desde el mes pasado, nos dijeron a mí y a Alejandro que mejoraría, pero nada, está peor cada día. Queremos que vengas.

Quedé en shock, no podía creer que esa noticia me sacudiera tanto, mi madre siempre había preferido a mis hermanos que a mí, siempre los protegió más, les solucionó todo, yo sólo hubiera querido que en la noche después de trabajar para luego ir a la escuela, me esperará un plato de comida caliente, y un café para que al día siguiente volviera a empezar mi rutina, no había nada. Ni siquiera ella.
Mi padre nos había dejado cuando yo tenía diez años, y el dinero que nos daba, no nos alcanzaba ni para comer, tuve que empezar a trabajar muy niña, y en un par de años, había vivido cosas que no eran de mi edad. Empecé a ganar dinero, pero no me llenaba, en mi adolescencia me sentí siempre sola. Aunque en realidad no lo estuviera. No había un día que no escuchara a mi madre llorar lamentándose de su vida, pero tampoco veía que hiciera algo al respecto, y mi mayor miedo, era acabar como ella.

A los quince años me había hecho muy buena en beber alcohol, y no dormir. Y mientras a todas mis compañeras de la escuela les rompían el corazón, yo me divertía con los chicos de mi edad, y también mucho más grandes.

Fui por un cigarro, tenía que procesar aquella situación, quise beber como en la juventud, tomé mi auto, un Cadillac, como siempre lo había soñado, me subí, me vi en el parabrisas, mis ojos llorosos, y el corazón palpitándome, me sentí otra vez una niña, me sequé las lágrimas que empezaron a rodar por mis mejillas, me tomo menos de ocho minutos para llegar al primer bar que me topara, en ningún bar hay soluciones, sólo música, prostitutas, y muchos hombres que quieren tener sexo contigo. Pedí una cerveza, después dos, tres... había perdido la noción del tiempo, no sabía a donde ir, y menos donde estaba el auto que esa misma tarde había estacionado, seguía lloviendo afuera. Después de estar siete horas seguidas en aquel bar de mala muerte, me entró un mensaje que no quería responder, no quería saber nada de mis hermanos, ni de mi madre. Quince llamadas perdidas, tal vez si me necesita, me dije a mi misma. No podía leer bien, había tomado demasiado.

"Mi madre ha muerto" decía el mensaje. Enviado hace dos horas.

Un golpe en la cabeza me hizo levantar, estaba fría, vi la ventana abierta, entraba la brisa de mi balcón, como siempre. "Dos de la mañana" decía en mi teléfono, todo había sido un sueño, estaban las cosas como siempre, sin ningún mensaje de mis hermanos, ni mucho menos de mi madre, vi a mi alrededor, todo igual, recordé muchas cosas, y yo sólo ansiaba que dieran otra vez las seis de la tarde para olvidarme de todo, olvidar lo solitaria que se sentía mi alma, olvidar la ausencia de mi padre, olvidar que me habían partido el corazón, olvidar las veces que había llorado, olvidar el olvido.

Texto agregado el 04-10-2018, y leído por 37 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
04-10-2018 Buen escrito. Una vida con sus altos y bajos ***** grilo
04-10-2018 Un drama!+++++ crazymouse
 
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