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De Urgencia.
Impresiones de los trabajadores de los servicios de emergencia.

Las salas de urgencias han salvado más vidas de las que usted imagina. Los médicos de urgencias son pequeños héroes, que aunque fieles al juramento hipocrático sólo pueden cubrir la mala suerte y los errores con tierra.

“Urgencias” es un organismo vivo, dependiente del trabajo en equipo de médicos, enfermeras y hasta celadores; no duermen esperando la acción en cualquier momento.

Tomás Borda es un joven médico que trabaja en urgencias del Hospital La Samaritana y además posee cursos en urgencias, que frente a la muerte sólo dice “juepucha, uno no puede hacer nada”

La muerte no es ajena a ningún servicio de urgencias, por el contrario vive paralelamente con éste y es la pesadilla de los que allí trabajan. No es simplemente la muerte, tiene nombres que parecen salidos de un idioma distinto.

En La Samaritana una de las principales causas de muerte se llama ECV, que quiere decir: Evento Cerebro Vascular, sin embargo no es la única, también la gente muere a cuchilladas y de “plomonia”.


Los médicos recuerdan la primera vez que se les murió un paciente, casi como los mundanos recuerdan la perdida de su virginidad, pero además siempre se acuerdan de un fallecimiento que pudo ser evitado.

Con los ojos aguados, y la burla de sus compañeros, el Dr. Borda recordó la muerte de un paciente de la que concluyó “al paciente hay que creerle”. Y no es para menos, se clasifican las urgencias como afecciones físicas que el usuario considera amenaza a su vida.

Por negligencia o simple casualidad, los accidentes y patologías inundan los servicios de urgencias de los hospitales de Bogotá. No hay horarios para los imprevistos, se ve de todo cualquier día.

William Gómez, empleado administrativo de urgencias (que además es conductor de ambulancia) señala que muchas de las urgencias, no lo son precisamente, causando congestión en el servicio de urgencias.

William (quien me insistió en llamarlo por su nombre de pila) me explica que las salas de urgencias siempre deben pensar en “lo que está por pasar”. A través de un simulacro me lo demostró.

Eran casi las seis de la tarde, cuando William accionó la sirena, pasaron escasos 30 segundos desde el flojo zumbido y en la puerta ya estaban la enfermera, un camillero y un médico. El Dr. Borda interrumpió la cara ansiosa de los que esperaban con una carcajada: terminó el simulacro.

¿Cuánto pagaría usted para que le salven la vida? La pregunta por si sola es un insulto. Increíblemente salvar vidas no es lucrativo, el Doctor Juan Fernando Granados lo sabe, trabaja en dos lugares para solventar su situación económica.

El Dr. Granados trabaja en La Samaritana como administrativo; y en la Clínica de Occidente en urgencias y consulta externa, atiende cerca de 150 pacientes en cortos periodos de tiempo y agrega: “el médico de hoy vive sobrecargado de trabajo”.

Como en todo grupo de trabajo, en los servicios de urgencias los médicos crean cierta camaradería para liberar las tensiones de salvar vidas; unos toman, otros fuman o como diría el Dr. Manuel Alvarado: ahí se conocen algunos amores.

Curiosamente, la rigidez de las labores médicas impulsa a los colegiados a realizar cosas que son contraproducentes contra la salud. William me contó, que no creería la cantidad de fumadores enfermizos que cuenta el gremio de la salud.

Mientras tomaban café afuera del edifico del Hospital La Samaritana me percate de aquello. En medio de una conversación dos internos fumaban desesperadamente a lo mejor después de su extenuante turno.

En el Hospital La Samaritana, cubren las 24 horas en turnos de seis y doce horas: de 7:00am a 1:00pm, de 1:00pm a 7:00pm hay dos médicos generales más un equipo de auxiliares y de 7:00pm a 7:00am un solo más el equipo de enfermeras y camillero.

No son precisamente horas de oficina, pero ¿quién sabe a que horas se presenta una emergencia? Según William hay más probabilidades de encontrar ciertas patologías relacionadas con el pago de salarios y los fines de semana.

“Mire, cuando es quincena no faltan los apuñalados y hasta abaleados; sobre todo llegan los Sábados por la noche, y en la mañana del Domingo” En estos casos la cuestión es distinta.

Cuando llegan estos eventos, se cierra por completo sala: se despeja el área, se sacan a los familiares de otros pacientes y el portero restringe la entrada a la sala, por lo menos mientras se estabiliza al paciente y se cumple con el papeleo de la policía.

Existe un procedimiento específico para cada caso de urgencias. En primer lugar se clasifica la emergencia de acuerdo a la escala “Triage” de uno a cinco la complejidad del paciente, para atender lo más grave primero.

“Muchas veces no podemos hacer nada” dijo el Dr. Juan Fernando Granados mientras recordaba el caso de una mujer que llegó con al brazo amputado a la altura del hombro, y los familiares con el miembro ya en mal estado. Para el Dr. Granados es muy difícil lidiar con la familia, y no es el único.

Los médicos que entrevisté confirmaron qué lo más complicado de trabajar en urgencias es dar malas noticias a los familiares, sobre todo cuando el difunto es un niño o un joven.

“Ver la cara de angustia de los padres de ese niño, me marcó como persona” comentó el Dr. Alvarado mientras en sus ojos se reflejaba una antigua tristeza.

Los médicos de urgencias así tienen carácter de héroe, y sin embargo lo que más les preocupa es la impotencia; y confían tanto en sus colegas, que no dudan en visitar urgencias, cuando no se pueden curar a si mismos.

Texto agregado el 25-09-2004, y leído por 258 visitantes. (0 votos)


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