El corazón apachurrado y la debilidad evidente del cuerpo, la nube gris que se extiende encima de mí, y los matices grisáceos acaparan en su totalidad mi entorno, el reloj mueve sus manecillas más despacio de lo habitual, y la vida pasa frente a mis ojos como en cámara lenta, escucho risas escucho murmullos pero los escucho lejanos e impersonales, resuenan acartonados y no logro distinguir lo que dicen, me carcome este sentimiento interior, el veneno de este estado se esparce lentamente por todo mi cuerpo como la picadura de un animal peligroso, y de esta forma se va apagando mi luz, mis deseos y mis anhelos, es tan poderoso que me mantiene aletargado, débil y cabizbajo, ya he perdido el interés en las personas y ahora no las puedo mirar a los ojos, me siento juzgado y superado, en mis mejillas frecuentemente las lágrimas crean ríos de dolor y arroyos de sufrimiento, en ocasiones quisiera hacerlas parar, pero son tan fuertes que como tsunamis derriban mis ganas de mejorar y al final termino dejándome llevar por estos ríos de dolor sin chaleco salvavidas.
Mis mejores amigos ahora son el viejo colchón y las percudidas sabanas que yacen en mi pequeña habitación con las que constantemente coqueteo abrazado de mi almohada que aprieto con fuerza con mis extremidades inferiores, en posición fetal, en una danza que cada vez es más habitual bajo la penumbra de la noche, mi estómago hace ruidos incesantes sin embargo procuro alimentarlo con un gran banquete de recuerdos dolorosos y bocadillos de agonía, en ocasiones siento que me encuentro en un sueño por eso infrinjo en mi cuerpo pequeñas incisiones debajo de la rodilla para darme cuenta que esto es real y que es lo que me ha tocado vivir, me gusta ver expandir la sangre por mis extremidades esto ha sido uno de mis alicientes para mantenerme con vida.
Lo único que me desanima es, que aun soy joven y veo que me falta mucho tiempo por vivir pero ¿será necesario tanto tiempo?, o acaso ¿existe otra manera de acallar este dolor?. . . . . . . . . . . .
Jose Miguel Torres
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