Una distraída mirada
de realidad vitrificada.
Cristalinamente cautiva.
Apaciblemente enjaulada.
Cerca, muy cerca de los pies,
bajo las torpes pisadas.
Realidad brillante atrapada,
en una reducida poza de agua.
A certero presagio condenada
de desvanecerse bajo el sol,
por el inevitable devenir, azotada,
en finitos instantes asolada.
Realidad que clama creyéndose
verdadera por ser iluminada.
Y en su estúpido afán de querer
reflejar, resulta antes aniquilada.
Inocente expresión fresca de días
luminosos que terminaras olvidada.
No existe nada más tortuoso,
que desear que todo transcurra,
mucho más aprisa de lo esperado.
Anhelados parpadeos que ocultan
instantes de ceguera envidiados.
Cadena de deseos de inconsciencia
que roban miradas a cuenta de muerte.
Un repentino aumento de peso,
de lo que ayer, mis fuertes manos
elevaban con sutileza inadvertida.
Peso incomprensible que sorprende.
Peso inesperado, peso que atemoriza,
como hecho innegable de videncia,
que las fuerzas ya no son las mismas.
Aire que te me haces escaso,
de tu nombre deseo enamorado,
que luego de muchos años,
aún no hayas sido pronunciado.
Deseo de escuchar mi nombre,
en cantos armónicos de un legado,
sonando como eco interminable.
Admirado, asombroso, desterrado.
Realidad de saberse incomprendido,
en lágrimas presentes contenidas,
de un pasado brillante encendido.
Me debes público reconocimiento,
por el injusto sello que impusiste,
sobre la sucia lápida de mi destino.
Expresión pura del egoísmo,
que amarra, que ensucia.
Que te obliga a devolverte,
sobre las mismas pisadas.
Que te inunda ahogándote,
en la porfía de alzar tu imagen.
Perversamente desfigurada,
inmaculadamente recreada.
Ahogados gritos de realidad,
buscados entre suaves mantas.
Absurda contradicción dormida,
realizada entre sueños pasajeros,
como trozo de rama sin rumbo
arrastrada desde el agua,
hasta el agua más profunda,
cada vez más salada.
¡Despiértate aturdida rama!
¡Hace mucho ya que estas en el agua! |