Cada día más perdido
dentro de mí,
decidí salir a ver,
angustia revertida en esperanza,
Salir y verme desde la distancia.
Salí como aquel
que en calculada y lógica reflexión
observa impávido la vida
desde su sentido más práctico.

Salí a ver desde la retaguardia,
con altiva mirada refleja,
correcta alteridad
y eximido de culpa,
la razón de mi sinrazón
y así, ver sin ser visto
al otro yo que me ocupa,
el otro yo que me preocupa,
que responde sin pregunta
y pregunta sin esperar respuesta.
Aquel que se resuelve audaz
en una proyectada ignorancia.

Pero nunca me fugo del todo,
me da miedo dejar de ver
las luces de la costa,
discreto límite
entre la cordura y la locura.
Me auto declaro solemne,
víctima de mi propio miedo.
Hay entre mis dos yoes,
un océano de interrogantes,
cielo abierto de vacilaciones.

Amarrado al hilo de Ariadna
confieso mi pavor
a alejarme mucho de mí,
perderme en una abstracción,
sin referentes que me protejan
y me devuelvan sereno
a un confortable racionalismo
que desde la costa
me muestra sus luces:
Salida y retorno seguro
de mi lucida locura transitoria.
Salí solo para ver...