Éste también es un texto muy antiguo.
¿Cómo explicar un sentimiento que no sabes explicar qué es?
A veces experimentas en el alma, muy, muy adentro, sensaciones que quisieras expresar con palabras pero no puedes. Por más que tratas, lo que sientes es más grande que cualquier pobre definición que quieras dar. Puede durar un momento o más, y mientras te encuentras en tal estado, sabes que eres capaz de lograr cualquier cosa, de perdonar a tus enemigos, de amar hasta el infinito al ser que amas. Como si estuvieras en estado de iluminación, pasan por tu cuerpo olas de frío y calor, ganas de llorar y reír y te preguntas de pronto si no estarás volviéndote loco, o lo que es peor, si no estarás chocheando.
“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar”, cantaba Serrat hace muchos lustros; sin embargo en los breves momentos en que ese sentimiento inefable te embarga, presientes que estás, que puedes permanecer, que eres eterno, inmortal.
Las cosas que dices, las que no dices, las que quieres decir y sólo dices a medias, las que nunca debiste decir ni siquiera a medias, forman un universo donde el centro de todo ello eres tú y tus sentimientos, tus sentidos, tu forma personal de percibir el mundo, la vida, el amor. Y no sabes que tan cierto es todo aquello, que tan bueno o malo es, si te hace mejor persona o no.
Vas colgado de una nube que amenaza tormenta y que no sabes cuando va a decidir llover; pero tu te cuelgas de su vaporosa consistencia, similar a la consistencia de los sueños y te aferras a la esperanza de trascender, más allá de cualquier lógica, de cualquier paradigma, y no quieres dejar de creer, aunque ya no recuerdes cuando tenías el alma inocente y los sueños sin romper.
Hoy, quizás no sabes si vienes o vas, si permaneces o no tardarás en desaparecer; pero los momentos fugaces de ese sentimiento inefable todavía surgen a veces y te demuestran que estás vivo y que tal vez, sólo tal vez, aún eres capaz de amar y de vivir.
No dejes de creer en ti, aunque ya no recuerdes cuando tenías el alma de niño y no sabías lo que era tener miedo.
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