El otro día oí en un reportaje una curiosidad sobre los seres vivos: a más complejidad, más asimetría. Para entendernos: una mosca es simétrica –si la partiéramos por la mitad en sentido transversal- mientras que un humano no lo sería. En los seres humanos la asimetría es casi total. Por un lado, nuestros órganos internos están distribuidos de forma asimétrica –corazón al lado izquierdo, hígado al derecho; aunque esto da igual, el diez por ciento tiene los órganos cambiados de sitio y son tan felices como el resto- ; nuestro cerebro es totalmente asimétrico –todos sabemos aquello de que el izquierdo controla nuestra parte derecha, y viceversa-; y, además, si nos hacen una foto de frente y nos parten por la mitad, daremos lugar a dos partes que no son iguales, al menos de forma perfecta, lo cual sirve de coartada para alguna paraciencia huérfana de sentido dedicada a descubrir nuestro destino mediante la observación de dos fotos nuestras: una compuesta a base de nuestro lado derecho y otra a base de nuestro lado izquierdo. Y si alguien piensa que estoy de broma, que se desengañe: es totalmente en serio. Al igual que hay mancias –toda aquella arte adivinatoria- basadas en las nubes o en la forma de nuestro ombligo (repito, es en serio, no me estoy inventando nada, ojalá).

Retomando el hilo: me maravilló esa confirmación de que somos asimétricos porque, entre otras cosas, somos complejos. Yo creo que todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos definido la vida humana como demasiado simple –siendo los demás los culpables de complicarlo todo- o demasiado sencilla para algunos –siendo nosotros demasiado complejos como para encajar en el esquema de los demás.

Pues bien, la solución se nos aparece de pronto: es que todo viene porque somos asimétricos, qué coño. Y os parecerá una tontería, pero sirve para explicar un montón de cosas.
Sirve para entender por qué Fulanito –ese gran amigo nuestro- está saliendo con Menganita –esa mítica idiota. Sirve para explicar por qué nosotros –tan geniales como somos- soportamos un trabajo, o estudiar una carrera- tan por debajo de nuestras posibilidades. Sirve para explicar por qué la gente se emperra en ver televisión basura cuando las encuestas dicen que deberíamos ver todos los maravillosos documentales de la televisión pública.

Y es que la solución a todas esas incógnitas es la misma: asimetría. Claro, amigos, ¡somos asimétricos! Lo cual significa que somos imperfectos. Por lo tanto, científicamente, nos da carta blanca para comportarnos como soberanos imbéciles con la esperanza de que haya alguien –debe haberlo- que rellene nuestra cuota.

Pero el ser asimétricos tiene también sus inconvenientes.

Y es que no estamos completos si no es con los demás.

Casualmente –oh, qué curioso- lo que nos pasa a la humanidad.

Y, casualmente –o no tan curioso- lo que me pasa a mí contigo.

Podré ser asimétrico, y quizá por ello, necesito, más que nunca, igual que siempre, que tú estés a mi lado.

Sí, sí, no desvíes la mirada, no busques tras tu hombro.

Me refiero a ti.

Sin ti, no soy asimétrico.

Sin ti, no soy yo. Al menos del todo.