El tiempo te ha quitado el nombre,
Inclemente victoria de la nada,
Te ha enseñado el olvido
Y durmió en tus manos
Aunque hoy se ha perdido.

Y estás aquí, en tu aposento más secreto,
Tanteando una pasión,
Adorando un recuerdo
Que ha perdido cuerpo,
Alma y corazón.

Y el susurro no se detiene,
El arroyo se hunde en su calma,
Mientras reconoces a fantasmas,
Con vergüenza y desaliento,
Siendo ellos partícipes
Del mismo manifiesto.

¡Y qué es la vida sino un verso!
De sabor agrio y comprensión nula,
De semblante augusto y dulce duelo,
De almas milenarias y amores efímeros.

El tiempo me ha enseñado un nombre,
Ha dormido en mi alma,
Y ella ha sucumbido
Ante la inevitable tarea de amar.