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Sentado en la hierba del parque y bajo la sombra de un frondoso cedro Diego leía una carta. Se detenía en cada línea y en cada palabra lo suficiente como para parecer un investigador que tiene como única pista de un crimen la carta de un asesino. Coloca el vaso de café sobre su libreta que siempre lleva consigo y en la cual apunta las ideas sobre posibles cuentos y novelas que más tarde, en su habitación, desarrollara y guardará celosamente de las miradas curiosas. Saca de su bolsillo un a cajetilla de cigarros y tranquilamente enciende uno. Con la misma tranquilidad que un condenado a muerte enciende su cigarrillo frente a la tropa lista para apuntar y disparar.
De reojo observa que Fernanda se acerca a donde él está. Discretamente guarda la carta en el sobre y éste lo coloca dentro de la libreta que momentos antes servía de portavasos de su café. Ambos se saludan de abrazo y beso. Él la invita a sentarse pero Fernanda lo invita a caminar por el parque. Diego acepta y después de recoger sus cosas marchan lentamente entre los niños que juegan a la pelota y las madres que sentadas en las bancas platican mirándose entre ellas con un solo ojo y con el otro vigilando a sus pequeños retoños.
-Sabía que estarías aquí –dice Fernanda-. Vine a buscarte por que necesito contarte algo. Más bien quiero que seas el primero en saberlo.
-¿De que se trata? –dice Diego mientras camina y actúa de manera solemne-.
-Pues veraz, estoy muy contenta por algo que acaba de sucederme. No te imaginas…
-Pues la verdad no me lo imagino, no me tengas en suspenso y mejor dime.
-¡Huy! ¡Que poca imaginación tienes! Pero no importa, vine a buscarte porque confío mucho en ti y eres mi mejor amigo.
-Te lo agradezco mucho, tú también eres muy especial para mí….
-Bueno -interrumpe ella- lo que quiero que sepas es que vengo del café y ahí estuve platicando con Carlos…
-¿Y eso que tiene que ver?
-¡Ah no! Si me interrumpes ya no te cuento.
-Lo siento Fernanda, dime, qué pasó en el café con Carlos.
-¡Pues que se me declaró!
-¿…?
-Me miró a los ojos y me dijo muchas cosas bonitas.
-¿…?
Cosas como lo bonito que le parecen mis ojos, lo lindo que huele mi cabello y demás cosas como esas que a las muchachas nos gustan que ustedes los muchachos nos digan.
-Entiendo. Pero… ¿Tú ya le dijiste que sí? ¿Es que ya son novios?
-Pues la verdad es que al principio dude un poco. Bueno, a ti te puedo decir la verdad. Al principio me hice un poco la difícil. Tú sabes, para no parecer que yo me derrito por él. Pero después de que empezó a insistir y a decirme más piropos y tomarme de la mano y jurarme que me quiere mucho y que no me va a dejar por otra… pues ahí fue cuando le dije que sí, que aceptaba ser su novia.
-Me da mucho gusto por ti, de verdad me alegro –dice Diego mientras cabizbajo enciende otro cigarrillo- y sólo espero que Carlos hable en serio, que no te defraude. ¿Estás completamente segura de lo que haces?
-¡Por supuesto! Nunca había estado tan seguro. Creo en su fidelidad tanto como creo en tu amistad. Tengo el presentimiento de qué el es el hombre de mis sueños.
-¡Tanto así! –se sorprende Diego de oír a Fernanda tan segura de sí y sobre todo tan segura de Carlos-. ¿No crees que estamos muy jóvenes? Es decir, te falta mucho por conocer y no creo que la vida te mande al hombre de tus sueños a una edad en la que todavía estudias la preparatoria.
-Puede ser. Puede que tengas la razón Diego, pero aún así creo que no podría andar con ningún muchacho de la escuela que no fuera Carlos. Él tiene todo lo que una muchacha desea. Digo, tú como hombres sabes eso.
-Sí, claro que lo sé –dijo él aun más cabizbajo por no saberlo en realidad-.
Después de un largo paseo por el parque, Fernanda le dijo a Diego que debía marcharse porque Carlos iría a su casa a visitarla. Quería arreglarse un poco más para estar más linda para cuando él llegue. Se despidió de Diego con un beso en la mejilla y un abrazo. Le dijo que le agradecía el paseo y también le agradeció su amistad incondicional. Diego se quedó parado sin saber que hacer o que decir. Sólo vio a Fernanda alejarse por el camino que habían recorrido. Con el cigarro en la boca Diego emprendió de nuevo el andar sólo que en sentido contrario al que tomó Fernanda. Se detuve un pequeño momento. Regresó unos cuantos pasos y de frente al bote de basura sacó de su libreta el sobre con la carta que antes estaba leyendo. Lo miró fijamente y después de un par de segundos la hice pedazos. Pequeñicismos pedazos de papel se fueron a la basura y a la basura se fueron también los sentimientos nunca dichos. Los piropos nunca pronunciados y los restos de un corazón en busca del complemento ideal.

Texto agregado el 25-09-2004, y leído por 399 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
16-06-2008 hola señor dearalice
02-04-2008 me apena no pillarlo en el chat u.u dearAlice
27-03-2008 siempre he dicho que los diegos no saben actuar ante el amor .. u.u me gusta komo escribes... dearAlice
18-11-2006 que triste tal vez si él le hubiese dicho antes....... maripo-sas
02-11-2004 expectacular tu cuento tienes un manejo de redaccion estupendo sabes lo estoy imprimiendo me gustaria que me escribieras a mi correo electronico angelopontony33@hotmail.com pontony
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