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Afirmo por lógica, que era sábado y que habría una fiesta de tipo familiar. Pórque, ¿qué hacíamos un trío de 'teenagers' viendo vestirse a Danilo en su habitación? Observando cómo elegía sus interiores y explicándonos el uso que les daría, también su alegría al escoger el perfume adecuado y su orgullo al abrir su armario y mover de su percha una camisa a cuadros marrones. Seguro que fuimos a animarle a que se apurara porque el tiempo apremiaba y él era nuestro cantante insustituible.

Cuando caminábamos por la subida de la calle Mella rumbo a la casa de 'Las Guásumas' dónde tendríamos el baile, todavía resonaba en mis oídos el dulce reproche de la abuela de nuestro amigo, por éste no haber hecho caso a la cena. Recuerdo que élla también, con su movimiento escondía una ceguera que la ganaba en intensidad y que por los últimos veinte y cinco años, su buen trato, había sedado a sus dos nietos en contra del efecto de la trágica desaparición de su madre.

A mi lado, mientras avanzábamos por la empinada cuesta, repercutían los seguros y alegres pasos de Danilo. Los sentía, cuál su voz, distantes de su verdadera historia. De, lo que cómo único testigo presencial, le tocó afirmar en la corte en contra de su padre, siendo apenas un niño. Pero lo impresionante para mis adentros era, que los rítmicos sonidos que el desnivel del terreno absorbía no los producía, quién cómo yo, iba solamente a rasgar un güiro.

Un tanto cansados llegamos al lugar del evento y lo que hicimos, el tiempo muy pronto lo colocó en el pasado. Sin que imaginásemos que una mañana, algunos dias después, el mayor, ya casado y único hermano de Danilo, ordenaría desmantelar su casa materna. Reduciéndola a un solo cuarto que fungiría de cocina, dormitorio, sala, baño y clínica para una abuela que ya la había vencido la oscuridad. Y cuyo fin pudo haber sido noble, pero no así su consecuencia, porque si fue reconstruirla, nunca sucedió.

Entonces, para nuestro amigo, se iniciaba la segunda parte del drama que su carácter redujo a la normalidad. Tanto, que sus vecinos, tal vez nunca palpamos su tragedia. Y Danilo, aún hoy, sigue cantando.

Texto agregado el 09-09-2018, y leído por 168 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
22-10-2018 Dolorosa historia, aunque confieso que me costó hilar las ideas, debiendo releerlo, pero valió la pena. Un abrazo carmen-valdes
17-09-2018 Qué buena historia!, me dejaste pensando... MujerDiosa
13-09-2018 Qué dura historia! y lo peor es que ocurre tantas veces. Familias destruidas por un femicida, una abuela haciéndose cargo de la situación y brindando amor dentro de sus posibilidades a los niños y luego el mal pago de uno de ellos, dramas familiares que se repiten a lo largo y ancho de este mundo. bien por Danilo, sobrevivió incólume. Felicitaciones. Magda gmmagdalena
10-09-2018 Un drama más frecuente de lo deseado.. Bellas letras. Un abrazo, sheisan
10-09-2018 Qué puedo decirte lindo Peco? Siendo yo Dominicana me toca el doble tu cuento, por un lado porue identifico la calle por donde caminan y por donde ocurre la tragedia del protagonista y su abuela y por otro lado porque aqui, aún habiendo ley de rpotección al envejeciente la misma no se cumple y vemos los pobres viejitos pasando trabajo. Tu texto es impecable en explicarlo y Danilo se asienta de una vez en el corazón del lector. Abrazos. Roxanna unabrazo
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