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(Una historia verdadera)

Alto, delgado y de cabello cano, el supervisor del laboratorio, no obstante su carácter alegre y una expresión de picardía en el rostro, era competente analista y de profesional conducta y como tal. (Fue él quien me contó lo que sigue). El advertía al personal:
-Cuando un paciente se presenta para que se le haga un examen para establecer su fertilidad, se debe actuar con mucho tacto y eviten sonreír.-
-Y porque no sonreír?- Preguntó alguien.
-Para empezar hay casos en que falta de fertilidad puede ser tomada por ellos como falta de masculinidad y luego, simplemente presentarse en laboratorio para obtener el espécimen puede ser para algunos algo embarazoso. Simplemente proporciónenle el recipiente e indíquenle donde esta el baño sugiriéndole que se asegure que la puerta esté con llave.-

En realidad lo que el supervisor indicaba era casi una regla. En general los pacientes sentían cierta vergüenza tanto por presentarse para tal examen como para obtener el espécimen de semen y llevárselo a la recepcionista, pero ésta tenía que actuar como era: parte de la rutina del laboratorio entregándoles el recipiente e indicándoles que lo dejaran, al salir, sobre una repisita en el baño e identificarlo con su nombre con una pluma que en ella estaba.
Algunas veces se llamaba a un empleado masculino del laboratorio para que les explicara cómo obtener el espécimen. Dicha explicación se le daba en privado, con breve y científica claridad. Se les daba la opción de obtenerlo en el laboratorio o en lo privado de su casa con tal de que lo mantuvieran a la temperatura del cuerpo y lo presentaran en no más de media hora. Casi todos los pacientes avisaban haberlo obtenido y se ausentaban de la oficina rápidamente.
No dejaban de extrañar los muy ocasionales casos en que los pacientes preguntaban si era permitido que sus esposas los acompañaran a obtener el espécimen y por supuesto se les permitía.
En una ocasión se presentó un paciente que aparentaba estar en sus treinta años de edad acompañado de una dama que parecía ser algunos años mayor que él. Como de costumbre se llamó a un tecnólogo para darle las instrucciones. El joven hombre prefirió obtener el espécimen en el laboratorio.
Se le entregó el recipiente y se le indicó donde estaba el baño indicándole que lo dejara en una repisita que para el caso estaba en la pared.
El hombre preguntó entonces:
– ¿Puede ella acompañarme?
– Si, por supuesto, su esposa puede acompañarlo.-
– Ella no es mi esposa, es mi mamá-
– Esteee...bueno....si, claro...-





Texto agregado el 09-09-2018, y leído por 100 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
09-09-2018 Uhhh, jajajaa...Me deja asombrada tu historia, querido. Muy interesante, como para pensar. MujerDiosa
09-09-2018 Ohhhh Hipsipila
09-09-2018 Será como la historia de Edipo? Vic 6236013
09-09-2018 Rafita,muy buen texto. Que complicación para un hombre hacer esto aunque ,es ya muy sabido que la masculinidad no tiene nada que ver con ser infertil. De todos modos es complicado hacerlo y muy frustrante;pero necesario.***** Un beso grande amigo. Victoria 6236013
09-09-2018 Ahhhhh.... Múltiples aristas tiene tu historia Rafita. Pienso el joven se llamaba Edipo. Cinco aullidos en apuros yar-
09-09-2018 Me llegan tantas ideas para comentar... pero hay que optar por lo atingente al contexto, entonces: escribes lindo y me sorprendió el remate. Un abrazo dulce. gsap
 
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