Amigo querido, me pediste saber cómo estoy; y te cuento. Hace meses vivo en esta aldea a la cual vine por esas ideas tan metidas en las venas y muchas veces no comprendidas por los demás.
Preguntaste si estaba harta de tanto subdesarrollo; pues mira, sí lo estoy. No obstante, hay algo que se llama voluntad de querer ayudar con lo que sabes a otros, lo cual me mantiene anclada en este puerto olvidado por Dios ya que nada extraordinario acontece ni nada relevante muda.
Me sugeriste escribir sobre las cosas que veo; y eso hago en estos momentos.
Salí a caminar como lo hago todos los días a cualquier hora. No tengo horario fijo para nada; mi reloj es la desesperación cuando el calor apremia. El calor me enloquece y me electriza y debo ocupar mi mente y tiempo para no sucumbir.
Mientras caminaba por la calle de tierra, observé como medio kilo de azúcar derramada. Quedé atónita porque el azúcar en este pueblo escasea. Le pregunté a Uiara, la acompañante indígena que va conmigo a todas partes, por qué la persona que se le cayó el azúcar no trató de recoger por lo menos la parte de arriba para usarla si ese producto escasea en la región; me respondió que tal vez pensó que alguien más sensato le daría un uso más provechoso.
Pensé en sus palabras y recordé haber visto unas cucarachas enormes y horrendas en un huerto de la casa donde habito. Recordé también una receta que preparaba mi padre, él era campesino, para exterminar los insectos molestos. Recogí el azúcar y al llegar a la casa la mezclé con bicarbonato; ésa es la única cosa que hay en casi todas las casas del pueblo porque lo usan para todo, hasta para hacer crecer el pelo.
Coloqué esa mezcla en sitios estratégicos del huerto y esperaré hasta mañana para ver cuántas cucarachas mueren. Ya te contaré al respecto.
Cuando venía de vuelta de la caminata, una de las vecinas detuvo a Uiara y le comentó que a otra vecina de la localidad le habían regalado una planta generadora de electricidad (en este pueblo falla mucho), pero que la máquina trabaja con keroseno, por lo tanto, hace mucho ruido y despide un humo contaminante; y casi todos están teniendo espasmos bronquiales debido a eso, amén de que en las noches no duermen por el ruido y el humo.
La vecina dueña de la planta no quiere entender el daño que ocasiona al resto de sus vecinos. Como el combustible usado para que la máquina funcione también es difícil de conseguir, enciende el artefacto sobre todo en la noche cuando va a dormir. Ella duerme y el resto de los habitantes no.
Los habitantes decidieron ir esta noche y sentarse en la puerta de la casa de la vecina y sonar cacerolas cuando encienda la planta para que ella tampoco pueda dormir. Me invitaron a apoyarlos y como creo que tienen razón, pues iré con ellos a protestar.
----
Han pasado dos días desde que comencé a escribir esta misiva y te cuento: por un lado, muchas cucarachas murieron con la mezcla preparada con el azúcar y el bicarbonato; por el otro, cuando la vecina encendió la planta, sonamos las cacerolas en la entrada de su casa.
Ella salió iracunda a reclamar sobre la falta de consideración nuestra para con ella. Dio todo un discurso sobre su derecho a dormir en paz y sobre el mal comportamiento nuestro al no comprender que la convivencia es un tesoro dado por Dios y desperdiciado por los seres humanos. Agregó que éramos un ejemplo viviente del apocalipsis y manifestó no entender cómo osábamos violentar sus derechos humanos.
Cada vez que la doña, enfundada en una bata desgastada, hacía su proclama, los vecinos sonaban con más fuerza las cacerolas. Al final, la doña apagó la máquina y todos pudieron dormir por primera vez en varios días y después de haber agotado las conversaciones con el jefe civil del poblado.
Él nunca hizo nada al respecto a pesar de las quejas interpuestas en su oficina sobre el problema ya que no le constaba que lo dicho por la población fuera cierto. Según él, no podía hacer justicia mientras no viera las cosas con sus propios ojos “que se irán a comer los gusanos cuando muera” (sus palabras).
Bueno amigo, te seguiré escribiendo más adelante sobre las cosas que veo en esta aldea olvidada de Dios pero frecuentada por muchos duendes traviesos.
|